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1 ago 2008

Entre piedras crecimos…

Por Bernardo Caamal Itzá
Maya de Yucatán

Peto, Yuc.- En la comunidad donde vivía, como niños poco nos importaba el respeto al uso de nuestra lengua maya; esos sí los empleamos en todas nuestras actividades inclusive durante nuestras tareas escolares.

Un día tuve el privilegio de acompañar al abuelo a su milpa. Él a pesar de su vejez, caminaba a buen paso y para alcanzar ese ritmo, por ratos tenía que correr y tropezaba cada rato con algunas de las piedras que estaban por esa vereda, mientras él me va relatando sus múltiples experiencias y los conceptos inculcados por sus mayores y mismo que aprovecha para transmitirme esos conocimientos que nos permiten entender y vivir la vida en el mayab.

En este lugar todos hablan el idioma maya porque desde niños nos inculcan a hablarlo. Lo que permite que nos entendiéramos ó bastaba algún tipo de gesto en particular para saberlo; pero esta situación cambia al momento en que uno sale a vivir en la zona urbana, pero no queda remedio ante la falta de empleos y las condiciones idóneas para seguir estudiando.

Durante los primeros años de la década de los años 70’s, me recuerda cuando jugamos mientras bajamos los frutos de los árboles o jugar de “pesca pesca”, lo curioso es que en nuestras clases, el maestro nos hablaba en el idioma español y en la casa, todos usamos el maya.

¡Que días aquellos…!. Recuerdo cuando fui con mamá al mercado, en aquel entonces en esos puestos, estaba una papelería y vi un objeto que me llamó la atención, más tarde supe que le llaman el ábaco. Ella me dijo que no estaba en posibilidades de adquirirlo y me sugirió que las tareas escolares que me den en cuanto a las sumas y restas, lo hiciese con piedras y semillas.

Después de todo, creo que aunque no tuve las comodidades de los otros niños, pero se cumplió el objetivo: saber hacer las cuentas.

Entonces sin querer las piedras eran parte de nuestro juego. Con ellas aprendimos a sumar. El abuelo me platica que hay que saber cómo diferenciar entre unas y otras, porque algunas almacenan mucha agua y otras son tan duras que se usan para otros fines, pero todas tienen un uso. Algunas de sus propiedades es posible ver en el comportamiento de las plantas durante la sequía, porque cómo te explicas que mejor se ven los árboles que se encuentran en suelos tzek’eles (entre piedras), mientras los que se encuentran en los suelos k’ankabes (tierra roja), están casi moribundos.

La mayoría de los miembros de la familia, usan de algún modo esas piedras, en la milpa el abuelo recomienda que “anolemos”, pequeñas piedras cuando hace mucho sol con el fin de no tomar mucha agua. En el caso para sazonar algunas comidas, algunas requieren que sean cocidas en hornos rústicos ó pib; nos enseñaron en como colocar esas piedras en las leñas que están apiladas en el pib, ya que éstas al calentarse propician que salgamos con éxito en el cocimiento de esa rica cochinita pibil ó de los ricos polcanes.

¡Que tiempos aquellos…!. Eso de juntar piedras para hacer nuestras tareas escolares. Usarlas para varios fines, para construir nuestras casas, para que se suban en ellas las pitahayas y hasta para defendernos del ataque de algunos reptiles.

El Maya fue la lengua que conocí en los primeros meses de mi infancia, no me preocupan en lo mas mínimo esos detalles, si estamos “hablamos el hach maya (hablar el maya verdadero), lo que importa después de todo, es que nos comuniquemos y nos entiendan los demás.

El hecho de convivir mucho con nuestros padres y abuelos, cada uno de ellos nos van formando en la forma de conocer el mundo, lo interesante que a pesar que no fueron a la escuela, pero tienen muy claro, lo que significa respetar a la naturaleza. De niño, es clásico que manifestemos esa rebeldía, siempre queremos hacer las cosas a nuestra manera. Un día fuimos de visita a una comunidad y note que en sus inmediaciones, estaba una cruz con un montón de pequeñas piedras que los caminantes le ofrendan al pasar por este lugar con el objeto de que su día sea éxito. Pero ¿Por qué ponen tantas piedras ahí?. Me da ganas de tomar una cuantas, las más redondas para usarlo en mi tirahule…

Recodar estos momentos me da risa, porque estoy seguro que nuestras emociones, seguramente son percibidas por nuestros mayores, y no queda más remedio que acatar su indicación.
Imagínense uno de niño, andamos por doquier con unas ramas desnudas –llamadas ch’ilibes-, azotando a las mariposas que encontramos en los caminos, a pesar de la prohibición que teníamos de antemano, porque nos inculcaron, que estos animalitos son los “cargadores de la lluvia” y ellos son los que interceden por nosotros para que llueva, y en el caso de las hormigas, son las amigas del milpero; de estas últimas se cuenta que cuando nace un niño se alegran mucho, porque saben que el resto de su pozole lo tendrán en su momento mientras que la mujer los persigue con agua caliente.

Nos enseñan como venerar el maíz, como la “santa gracia” y sobre todo la forma de hacerle reverencias. Según el Popol Vuh es nuestro punto de origen, por eso nos dicen si ven algún grano tirado al suelo, levántelo, no lo pisen, hach k’eban (es pecado).

Cuando llega la temporada lluviosa, si uno tiene tiempo de hacer las comparaciones, el antes y el después de que haya llovido, es agradable el olor a tierra mojada de la milpa recién quemada. El canto de las chachalacas por las mañanas, es bonito escucharlos sobre todo verlos balancear por las ramas de los árboles, a veces esto son aprovechados por mis amigos, recurren a las piedras y a los tirahulazos matan unos cuantos.

El calabazo es el recipiente que usamos para llevar el agua en la milpa, porque no se calienta y ni tiene sabor a plástico; su frescura se mantiene y mucho más si lo escondemos entre las arbustos. Como niños, siempre estamos en la búsqueda del pretexto para ir por ella ó los pretextos de que acabe para regresar pronto a casa. Nuestras golosinas, son algunas frutillas del monte, como el Ch’an, cocoyol, entre otros.

Siempre nos han dicho que antes de caminar por estas veredas, no hay que hacerlo con mucha confianza tal como lo hacemos en casa, porque hay muchas sorpresas ya que siempre corremos el peligro de toparnos con alguna culebra amenazante; pero de antemano, nuestros padres nos han dicho en que lugar podemos verlos, y como evitarlos; si éstas se enfurecen, nosotros contamos con alternativas para repeler su ataque, por eso en nuestras bolsas tenemos unas cuantas piedras y hacer uso de nuestro tira hule (la resortera).

En la plática de nuestros abuelos nos dicen: -“Un día tú resolverás tus propias necesidades, porque no siempre estaré contigo”; este consejo, uno de niño aparentemente parece nos importarle tanto. En el fondo estas enseñanzas nos impregnan para toda la vida porque el hecho de no estar el ser querido, recordamos sus palabras incesantemente, como: aquellos pasajes de convivencia, los chistes y los cuentos que nos compartía, cómo debemos defendernos ante la vida, sobre todo, aprender de una gran diversidad de actividades, porque según nuestra concepción, no sabes en que momento te será útil en la vida.

Con la inocencia que nos caracteriza en esta etapa de la vida, poco a poco vamos adquiriendo diversas habilidades, y uno sin darse cuenta, no sabes en que momento “piensas” en maya ó en español. Esto viene a colación de alguien que me preguntó en una ocasión, si sueño ó pienso en Maya. Esta pregunta prácticamente me dejo sin habla. Me hizo reflexionar un buen momento, en ese sentido cuando alguien alterna en nuestro mundo y mucho más si trabaja en torno a nuestra cultura y luego ni siquiera se preocupe por hablar, conocer de cerca ó sólo se limite a lo que le diga un traductor, bien o mal podrá tener o no una claridad del tema en cuestión; en este punto, admiró a aquellos que cuando llegan a nuestras tierras, sin conocernos, pero al poco tiempo inclusive nos hablan en el propio idioma y nos retroalimenta con sus experiencias.

Entonces durante nuestro caminar en el mayab, a pesar de que muchos dicen: ¿Cómo cultivan estos Fulanos si no tienen tierra para sembrar?. Entre puras piedras lo hacen. El milagro ahí esta. Entre piedras crecen los maizales, calabazas y frijoles, y el ser Maya, ¿Vasta con hablar su idioma?. ¿Vestirse?. ¿Bailar?. ¿Pensar?, inclusive cuestionarse de vez en cuando si de la actividad que hacemos, gracias a esta gran cultura que floreció un día en el mayab, de ella vivimos. Entonces, ¿Porque no existe la preocupación real por buscar espacios para que persista?. Evitando protagonismos que lejos de cohesionar acciones, han corroído, distorsionado y nos han folklórizado. (CI/ASA)

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