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23 ene 2009

Intentan concientizarf a menores y jóvenes sobre riesgos del alcohol


Foto de Archivo/Teresa Murillo Merchant

Por Luvia Pérez Pérez, corresponsal

Copainalá, Chis.-
Falta de atención de los padres y la influencia de los amigos facilitan que menores de edad y jóvenes comiencen a beber alcohol en exceso en la región de Mezcalapa, al norte del Estado de Chiapas, en el sureste de México.

Pascual Gutiérrez Del Porte, director de la Escuela Secundaria “Ángel Albino Corzo”, que se localiza en esta localidad, dijo que aunado a estos problemas se suma que las licorerías venden bebidas alcohólicas a menores de edad sin control y sin medir las consecuencias que pueden ocasionar a los infantes.

Aseguró que mediante pláticas que realizan los profesores a sus alumnos, intentan concientizarlos sobre los riesgos que representa beber en exceso.

“En el marco de la Semana Nacional contra las Adicciones, nosotros como maestros estamos al tanto de brindarles información necesaria para prevenir que caigan en las garras de los vicios. Definitivamente destruyen la personalidad de los niños, definitivamente les echa a perder la vida”, sentenció.

El maestro dijo que la mayoría de menores y adolescentes que se emborrachan lo hacen como una manera de escapar de sus problemas en casa y en la escuela, aunque otra parte lo hacen simplemente por imitación.

Por ello, es momento de que los padres de familia y las escuelas les proporcionen la información necesaria a sus hijos acerca del alcoholismo.

Siento que aquí influyen mucho las decisiones de la compañía (los amigos), los papas tienen que tener mucho cuidado en este tiempo, mucho cuidado de ver con quienes se juntan nuestros hijos y dedicarles más tiempo para ellos”.

Retienen a policías en pueblo de Morelos

Cuernavaca, Mor., (Reforma).- Dos policías estatales se encuentran retenidos en la comandancia de la comunidad de Ocotepec por violar los usos y costumbres.

El ayudante municipal del pueblo, Miguel Rosales Hernández, dijo que los agentes estatales José Antonio Rivera y Mauricio Basurto fueron detenidos cuando intentaban aprehender a un poblador que vendía aves exóticas.

"La cuestión de los policías es que invadieron la privacidad de los usos y costumbres; (al comerciante) le solicitaron el permiso debido y el señor que estaba vendiendo las aves se los mostró.

"La ronda (policía de la comunidad) los presentó, no estaban detenidos, ahorita por la situación de la gente que está enardecida se tuvo que meter dentro de los separos, es por su seguridad, para que no me los vayan a dañar", expresó Rosales Hernández.

En la explanada de la ayudantía municipal de Ocotepec se encuentran reunidas 300 personas divididas en dos grupos: los que piden la liberación de los agentes y los que exigen que permanezcan retenidos.

Los pobladores tocan constantemente las campanas de la iglesia de la comunidad para llamar a más gente.

Según los usos y costumbres de este pueblo, ninguna corporación policiaca oficial tiene acceso salvo si cuenta con un permiso de la autoridad local.

El ayudante municipal negó que haya autorizado la entrada a los agentes.

"Circula el rumor de que yo autoricé su entrada pero no, de ninguna manera. Así como hay policías buenos hay policías malos y han vivido los abusos mucha gente y por eso la gente no está de acuerdo con que entre la Policía en Ocotepec", expresó.

El lugar donde se encuentran retenidos los uniformados es custodiada por mandos de la Policía estatal que llegaron como apoyo; a unos 100 metros de la ayudantía ya se encuentran granaderos.

EEUU comienza a distinguir entre hispanos e indios

Houston, Estados Unidos., (AP).- Catarina López es una guatemalteca que vivió en su país la mayor parte de sus 46 años. Cuando vino a Estados Unidos fue catalogada de hispana, y ella se resiste a aceptar esa clasificación.

López es maya.

Ella y cientos de miles de mexicanos y centroamericanos que se radicaron en este país no encajan dentro de los estereotipos que tienen los estadounidenses acerca de los inmigrantes que vienen del sur.

López es oriunda de un pequeño pueblo en las montañas del este de Guatemala. Ahora vive a metros de la frontera con Canadá, en un pueblito del estado de Washington, una región donde la inmigración de indígenas del sur de la frontera es un fenómeno bastante nuevo.

La cantidad de indígenas que están llegando a esta región, especialmente trabajadores del campo, llamó la atención del gobierno federal e hizo que la Subcomisión Nacional de Trabajadores Agrícolas haga cambios en sus categorías para tener una mejor idea del tamaño de la población indígena.

"Son indígenas, pero no son del mismo país", expresó Lourdes Villanueva, de la Redlands Christian Migrant Association, agrupación de la Florida que defiende los derechos de los inmigrantes. "Son todos distintos. Cada grupo viene de un sitio diferente".

La mayoría de los indígenas de la región vienen del sur de México y hay también numerosos guatemaltecos y de otros países. Algunos hablan poco español, o nada. Entre los grupos que emigraron al norte de Estados Unidos abundan los dialectos.

Entre el 10 y el 30% de los trabajadores agrícolas de California son indígenas, según un estudio realizado en el 2008 por el Departamento de Agricultura. En el estado de Washington, los indígenas se radicaron en zonas rurales de los condados de Skagit y Whatcom. El grueso de los indígenas de la Florida trabaja en el centro del estado, al sur de Tampa Bay.

Igual que el resto de los inmigrantes, los indígenas comenzaron a irse de sus países por falta de trabajo o para escaparle a la guerra en los últimos 20 años, señaló James Loucky, profesor de antropología de la Western Washington University.

Su llegada cambió la composición de varia comunidades, pero a la gente de la zona le cuesta entender ese cambio.

Los indígenas latinoamericanos que vienen a Estados Unidos tienden a ser considerados hispanos, pero tienen una historia y costumbres distintas a las de los hispanos.

Las pautas del Departamento de Trabajo y de la Oficina del Censo estipulan que los indígenas latinoamericanos deben ser agrupados con los nativos de Estados Unidos y Alaska, por lo que resulta más difícil conseguir información exclusiva de ellos.

"Los trabajadores indígenas tienen características únicas que hacen que resulte difícil atender sus necesidades. Los estudios que se hacen no cuentan a toda esa población", dice un documento del Departamento de Trabajo.

Al no tenerse una idea cabal de la cantidad de indígenas latinoamericanos, ese sector no recibe el porcentaje que le corresponda de los 1.000 millones de dólares que el gobierno asigna a la salud, la educación y otros servicios para los trabajadores agrícolas.

En el 2005 se hizo un primer ajuste y en los estudios de la población comenzó a incluirse el idioma que hablan los indígenas.

Y ahora se está averiguando también el sitio de nacimiento de sus padres, que ayuda a determinar el origen. Dado que la mayoría de los indígenas provienen de sectores específicos de México, los resultados pueden ser cotejados con los de estudios similares hechos en México.

Una de las razones por las que se incluyó esa pregunta es que con frecuencia los indígenas no se identifican como tales por razones históricas y culturales.

Los indígenas se sienten discriminados en sus propios países en Latinoamérica. Generalmente están al fondo de la estructura social. Y en la década de 1980, entre 200.000 y 250.000 indios fueron asesinados en la guerra civil de Guatamala, según Loucky.

"Tratan de proteger su autoestima, de evitar que sus hijos sean denigrados", dijo Loucky.

La llegada de los indígenas obligó al resto de los trabajadores del campo y a los patrones a adaptarse a nuevas circunstancias. Los patrones tienen que negociar la cabeza de una familia o de una comunidad, en tanto que los indios deben aprender español para poder comunicarse con los capataces, indicó Bryan Little, director de asuntos laborales de la Oficina de Agricultura de California.

"Debido a sus raíces tribales, son muy apegados a la familia y los hacendados terminan contratando unidades familiares enteras", afirmó Little. "Lo positivo de esto es que uno trabaja siempre con la misma gente siempre".

En Sumas, López recibió a la AP sentada en la sala de estar de su casa y su esposo, Isabel Mendoza, hizo de intérprete. Ese día uno de sus hijos cumplía años y ella lucía un colorido vestido tradicional. Había cocinado tamales.

"No se siente intimidada", aseguró Mendoza. "Ella entiende lo que sucede".

Esta familia habla aguacateco, un idioma usado por apenas 18.000 personas en Guatemala.

Como tantos otros indígenas, la familia emigró en busca de trabajo. En 1986 Mendoza se benefició de una amnistía y pudo traer a sus hijos, sus hijas y su esposa. Hoy son propietarios de su casa y trabajan en granjas lecheras.

No fue fácil, porque la gente en Estados Unidos sabe muy poco de los indígenas.

"Nos dicen que somos mexicanos", expresó Mendoza.

México: Discriminan en hospitales a parteras indígenas y a sus pacientes

Ciudad de México, DF., (CIMAC).- Son parteras sin título, pero con oficio y la credibilidad del pueblo. Ellas se quejan de que en el hospital de Bochil, el personal médico no respeta su trabajo, no hay traductores y las mujeres indígenas son las últimas en ser atendidas aunque sean las primeras en llegar.

Martha y Antonia vienen de una dinastía de parteras y son indígenas tzotziles del municipio de Jitotol, integrantes de la agrupación civil Kinal Anzetik. En el caso de Antonia, hasta su padre se dedicaba al oficio, algo poco común porque el oficio parece exclusivo del sexo femenino.

Ambas están muy concientes de la importancia de su trabajo. Dicen que, sin su ayuda, las embarazadas darían a luz solas, porque en el lugar no hay médico. Ellas no sólo apoyan a las mujeres en el momento del parto, sino durante el embarazo y puerperio.

Hasta ahora, dicen orgullosas, ninguna madre ni menor de edad ha muerto en sus manos, todos han salido con bien, pero cuando ven una urgencia obstétrica que no resolverán por falta de equipo médico u otra razón, ellas mismas las llevan al hospital de Bochil.

“Uno tiene que salir a media noche a buscar carro para llevarla al hospital, el médico nunca quiere que entremos a ver a nuestra paciente, nos dice: hasta aquí quedas y ya no nos deja entrar aunque la mujer no hable español”, cuenta Martha, mientras Antonia dice “nuestro trabajo vale y mucho porque allá no hay médico, no hay quien mire a las embarazadas, sólo nosotras, nadie más”.

El oficio no sólo les viene de la herencia familiar sino por vocación, la propia vida les dijo que su única tarea posible era atender a parturientas.

“Cuando era niña soñaba que levantaba niños, chiquita me veía ayudando a las embarazadas, una vez se lo conté a mi mamá y ella me dijo que soñaba eso porque tal vez me iba a quedar en su lugar cuando se muriera”, cuenta Martha Elena Pérez López, de la comunidad del Zacatal, municipio de Jitotol en Chiapas.

“Así es, uno lo sueña, si no lo sueña aunque en toda tu familia haya parteras, uno no lo será, porque no sirve para eso, uno cree a veces que no va a poder porque a veces te avisan muy chica, pero después todo es fácil”, dice Antonia Pérez Pérez, de Francisco I. Madero, municipio de Jitotol.

Martha tiene 28 años, cinco de ellos dedicados a la partería, es madre de cuatro hijos, el primero lo tuvo a los 14 años; Antonia tiene 42 años y desde los 20 asiste a las mujeres, ella tiene ocho hijos.

Martha es la imagen contraria al estereotipo de la mujer indígena sumisa, tal vez por su edad o porque ha tenido que aprender a esquivar los golpes de la vida. Ella habla fuerte, no se deja, se hace escuchar. “Y non me muevo del hospital hasta que veo a mí paciente”. Y uno le cree porque la perseverancia se le nota a leguas.

En cambio Antonia es más tranquila, callada, pero cuando dice algo lo señala con tal certeza que es difícil contradecirla, saca la casta cuando tiene que defender a sus pacientes, cuando defiende lo justo.

Ambas son en sus comunidades las promotoras de la salud materno-infantil. Decidieron entrarle por vocación, porque nacieron para esto, porque no se ven en la vida haciendo otra cosa, por sus habilidades, porque fueron elegidas para ser parteras.