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29 sep 2008

La crisis alimentaria es una oportunidad para hacer cambios

México (ABC de España).- La región mixteca del sureño estado de Oaxaca es una de las más pobres de México. En ella vive Jesús León Santos, un campesino e indígena que a sus 42 años se ha hecho acreedor al prestigioso premio Goldman 2008, una especie de «Nobel de Ecología» dotado con 150.000 dólares.

Defensor de la agricultura y la dieta prehispánicas critica la invasión de la «comida chatarra», los enlatados y alimentos industrializados por considerar que son caros y tienen efectos perniciosos para la salud.

En una entrevista concedida a ABC, el también coordinador de programas del Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (Cedicam) ve la crisis alimentaria mundial como una «alerta» que debe ser atendida sin dilación alguna.

«Es una preocupación pero también una oportunidad de decirle a los campesinos que no podemos seguir dependiendo de productos como los fertilizantes químicos, que están tan ligados al petróleo. De repente eso nos hace caer en situaciones complicadas porque los precios pueden subir», asegura.

Reducir la dependencia

San Isidro, la comunidad donde vive León Santos, se ubica a una hora y media por carretera de la ciudad de Oaxaca. Desde ella ayuda a los demás agricultores a reducir su dependencia de los productos agroquímicos.

«La forma de cultivar los pueblos indígenas se basa en un sistema conocido como milpa, donde no sólo hay maíz sino frijoles, calabazas, y una serie de plantas comestibles, algunas cultivables y otras silvestres», señala.

En este momento, el 80 por ciento de las 450 familias que están vinculadas a Cedicam no depende de fertilizantes y el 20 por ciento restante está en proceso de abandonarlos.

«En los últimos años hemos impulsado fuertemente la agricultura sostenible, basada en el uso de los recursos locales de una manera adecuada, el impulso fuerte de la conservación de las semillas nativas», agrega.

Para León Santos, la Revolución Verde «tuvo sus aciertos», pero también graves carencias que las generaciones actuales todavía están pagando. Como ejemplo de lo anterior, señala al propio México, con elevados índices de expulsión de la población rural a las ciudades o a Estados Unidos en busca de un futuro que el campo no les da.

«La política agrícola en México ha sido prácticamente abandonada por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, de 1994) por una de exportación, que olvida la agricultura de producción de alimentos básicos, que constituyen la dieta básica en este país», asegura el campesino.

«Producir lo que necesitamos»

Al propio Jesús León Santos le pasó por la cabeza hace diez o quince años marcharse, pero aguantó y no se arrepiente de ello. Sin embargo, deplora la consideración que le da al campo el Gobierno del presidente Felipe Calderón, que ha seguido una línea parecida a la de sus antecesores. «Hay que encontrar un sistema que nos permita cuando menos producir lo que necesitamos y poder obtener algunos pequeños ingresos para poder satisfacer las otras necesidades», añade el coordinador de Cedicam.

En este sentido, se muestra especialmente duro con la negativa del Gobierno a renegociar el capítulo agropecuario del Nafta con Canadá y Estados Unidos, algo a lo que, como es sabido, incluso están dispuestos los aspirantes presidenciales Barack Obama y John MacCain.

Otro inconveniente que ve son los cultivos transgénicos, permitidos bajo determinadas circunstancias en su país pero totalmente eliminables de los sistemas de producción y la cadena alimenticia de la gente, según el «Nobel de Ecología 2008».

Finalmente es partidario de las iniciativas de reforestación como el programa Proárbol, que el pasado año plantó 250 millones de ejemplares en México, pero deplora que se esté haciendo con unas pocas especies y basándose en incentivos económicos tanto para la producción como la siembra. «Es poco lo que hacen en comparación con lo que gastan», concluye.

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