Por Bernardo Caamal Itzá
¡Hijo!
Cada una de las mariposas que vez revolotear por el campo- decía un día
la abuela –, en realidad, son ellas quienes interceden por nosotros
ante los dioses para que llueva en nuestras milpas.
¿Cómo,
no entiendo?, le decía, mientras preparaba mi ch’ilib –ramas secas de
limonaria -, que son idóneas en éstos tiempos de lluvia para cazar a las
mariposas.
Desde
que llegan los meses de lluvia, el paisaje típico de éstos lares,
cambian por completo, porque se tornan de diversos colores, y las
mariposas terminan por darle su toque mágico.
Por
las tardes, el sol le imprime fuertes coloraciones a las nubes lo que
permiten recrear la vista, y decir que a pesar de ser un día cansado,
pero es agradable saber que formamos parte de esta hermosa creación.
En
cada rincón de la naturaleza, uno puede encontrar múltiples detalles,
como el croar de las ranas, ver saltar a los conejos, incluso toparse
con algunos reptiles, como la chayican, que generalmente es perseguida
por una gran multitud de pájaros, y a la vez cuando uno escucha el
revoloteo y el ruido que generan los diversos pájaros, siempre nos
remitirá a un consejo. ¡Cuidado! Hay posibilidades de estar en una zona
de peligro y hay que estar atentos.
Todo
lo que este existe en éstos lugares, cumplen con una misión para que
este ecosistema funcione, adaptarse, significa tener un profundo
conocimiento y haber generado múltiples estrategias para que se conserve
y siga funcionando.
Entonces,
el hecho de que los abuelos estén pendientes de nosotros para
acompañarnos y encaminarnos “por conocer a la vida”, ellos implementan
sus propios modelos para encausar a que vayamos asimilando experiencias
que permitan multiplicar nuestras capacidades para vivir o sobrevivir en
las condiciones que nos toque estar.
Nuestra
formación entonces, no inicia a las 6 años, tal como se plantea en un
sistema educativo formal, sino que inicia desde nuestros padres, cuando a
ellos se les inculcan el valor del t’aan –la palabra- y el tsíikbal –el
dialogo que multiplica las experiencias y las oportunidades de
negociación.
A
ellos se les aclaran el valor que tiene el jéedzmeek –ceremonia maya
que permite recordar al individuo su origen mítico con el maíz y la
milpa, su rol social y en el terreno productivo- para promover el tejido
social en el seno de su comunidad.
Hacer
el jéedmeek , no es cualquier acto folklórico tal como sucede hoy en
día, en donde algunos se cobran sus buenos centavos para darlo a
conocer, significa, reconocer el concepto y el valor que le dan quienes
en realidad lo practican.
Tal
vez es fácil decir, los padrinos, cargan al bebe y dan 9 o 13 vueltas
alrededor de la mesa de izquierda a derecha y de derecha a izquierda,
pero reflexionar su significado, ahí está el detalle, porque evidencia
“de que todo debe estar en equilibrio”.
A
partir de éstas prácticas culturales, que posiciona al individuo en el
seno comunitario, entonces ¿Que es lo que continua? Los familiares y
padrinos continúen con su encomienda y responsabilidad social.
Ahí
queda claro lo que un día me decía la abuela, no hay que matar a los
animales solo por matar, en este caso a las mariposas, sino que debe
estar bien justificado; en este caso lo relacionan con Yum Ch’aac –al
dios de la lluvia- y de ahí con la milpa que es lugar donde se obtienen
los alimentos.
Entonces,
buscar que las milpas produzcan los alimentos de la familia, no sólo es
abrir un espacio en la espesura de la selva, para aplicar un
agroquímico y una semilla transgénica, y luego decir, estoy llevando el
“desarrollo a un pueblo”.
Pero
¿¿Por qué es tanta la insistencia de no darle valor a los conocimientos
locales? Realmente ¿No sirven para los modelos actuales de vida? O
sencillamente “solo cerramos los ojos” y decir que no sirven para nada.
¿Qué
hay que hacer para que entre todos, conozcamos la importancia que tiene
esta cultura milenaria para entender y reinterpretar porque estamos
viviendo así? ¿Será que la Xtabay, los Aruxes, dejaron de cumplir con su
función? Porque en el caso de la primera, está relacionada a la parte
social y el segundo, al cuidado del monte.
¿Qué futuro estamos diseñando para nosotros y para nuestros hijos?
Seguir
con este modelo de vida, lo único que ha demostrado es que estamos ante
una profunda crisis social, cultural, política y económica. ¿Que nos
ata a la vida, y decir, somos mayas, yucatecos o mexicanos o mínimamente
decir, soy un ser humano?
Ahora no es raro ver que se “pelean los puestos laborales” incluso a
golpes , pero lo que se evidencia, es la falta de dirección y metas
concretas de las instituciones que trabajan para los más marginados;
ahora, sus funcionarios sólo están enfrascados “en tapar con un dedo al
sol” para que los problemas no salgan a la luz pública; lo cierto es,
que no vemos resultados, estamos casi en penumbras, ante el debacle
financiero mundial.
La
profecía maya pareciera que se está cumpliendo, “el día que vieras que
entre padres e hijos se estén peleando entre sí”, es que se acercan
profundos cambios en la vida, y el antiguo mito del Kuxa’an suum o la
soga viviente es la única que alienta la esperanza, y eso tal vez esté
sucediendo en este momento, porque en cuestiones de
segundos, tenemos información precisa de lo que sucede en el contexto
local, estatal, nacional y mundial.
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