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26 sep 2011

Cómo los mayas, forman a sus hijos...

Por Bernardo Caamal Itzá

¡Hijo! Cada una de las mariposas que vez revolotear por el campo- decía un día la abuela –, en realidad, son ellas quienes interceden por nosotros ante los dioses para que llueva en nuestras milpas.
¿Cómo, no entiendo?, le decía, mientras preparaba mi ch’ilib –ramas secas de limonaria -, que son idóneas en éstos tiempos de lluvia para cazar a las mariposas.

Desde que llegan los meses de lluvia, el paisaje típico de éstos lares, cambian por completo, porque se tornan de diversos colores, y las mariposas terminan por darle su toque mágico.

Por las tardes, el sol le imprime fuertes coloraciones a las nubes lo que permiten recrear la vista, y decir que a pesar de ser un día cansado, pero es agradable saber que formamos parte de esta hermosa creación.

En cada rincón de la naturaleza, uno puede encontrar múltiples detalles, como el croar de las ranas, ver saltar a los conejos, incluso toparse con algunos reptiles, como la chayican, que generalmente es perseguida por una gran multitud de pájaros, y a la vez cuando uno escucha el revoloteo y el ruido que generan los diversos pájaros, siempre nos remitirá a un consejo. ¡Cuidado! Hay posibilidades de estar en una zona de peligro y hay que estar atentos.

Todo lo que este existe en éstos lugares, cumplen con una misión para que este ecosistema funcione, adaptarse, significa tener un profundo conocimiento y haber generado múltiples estrategias para que se conserve y siga funcionando.

Entonces, el hecho de que los abuelos estén pendientes de nosotros para acompañarnos y encaminarnos “por conocer a la vida”, ellos implementan sus propios modelos para encausar a que vayamos asimilando experiencias que permitan multiplicar nuestras capacidades para vivir o sobrevivir en las condiciones que nos toque estar.

Nuestra formación entonces, no inicia a las 6 años, tal como se plantea en un sistema educativo formal, sino que inicia desde nuestros padres, cuando a ellos se les inculcan el valor del t’aan –la palabra- y el tsíikbal –el dialogo que multiplica las experiencias y las oportunidades de negociación.

A ellos se les aclaran el valor que tiene el jéedzmeek –ceremonia maya que permite recordar al individuo su origen mítico con el maíz y la milpa, su rol social y en el terreno productivo- para promover el tejido social en el seno de su comunidad.

Hacer el jéedmeek , no es cualquier acto folklórico tal como sucede hoy en día, en donde algunos se cobran sus buenos centavos para darlo a conocer, significa, reconocer el concepto y el valor que le dan quienes en realidad lo practican.

Tal vez es fácil decir, los padrinos, cargan al bebe y dan 9 o 13 vueltas alrededor de la mesa de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, pero reflexionar su significado, ahí está el detalle, porque evidencia “de que todo debe estar en equilibrio”.

A partir de éstas prácticas culturales, que posiciona al individuo en el seno comunitario, entonces ¿Que es lo que continua? Los familiares y padrinos continúen con su encomienda y responsabilidad social.

Ahí queda claro lo que un día me decía la abuela, no hay que matar a los animales solo por matar, en este caso a las mariposas, sino que debe estar bien justificado; en este caso lo relacionan con Yum Ch’aac –al dios de la lluvia- y de ahí con la milpa que es lugar donde se obtienen los alimentos.

Entonces, buscar que las milpas produzcan los alimentos de la familia, no sólo es abrir un espacio en la espesura de la selva, para aplicar un agroquímico y una semilla transgénica, y luego decir, estoy llevando el “desarrollo a un pueblo”.

Pero ¿¿Por qué es tanta la insistencia de no darle valor a los conocimientos locales? Realmente ¿No sirven para los modelos actuales de vida? O sencillamente “solo cerramos los ojos” y decir que no sirven para nada.

¿Qué hay que hacer para que entre todos, conozcamos la importancia que tiene esta cultura milenaria para entender y reinterpretar porque estamos viviendo así? ¿Será que la Xtabay, los Aruxes, dejaron de cumplir con su función? Porque en el caso de la primera, está relacionada a la parte social y el segundo, al cuidado del monte.

¿Qué futuro estamos diseñando para nosotros y para nuestros hijos?

Seguir con este modelo de vida, lo único que ha demostrado es que estamos ante una profunda crisis social, cultural, política y económica. ¿Que nos ata a la vida, y decir, somos mayas, yucatecos o mexicanos o mínimamente decir, soy un ser humano?

Ahora no es raro ver que se “pelean los puestos laborales” incluso  a golpes , pero lo que se evidencia, es la falta de dirección y metas concretas de las instituciones que trabajan para los más marginados; ahora, sus funcionarios sólo están enfrascados “en tapar con un dedo al sol” para que los problemas no salgan a la luz pública; lo cierto es, que no vemos resultados, estamos casi en penumbras, ante el debacle financiero mundial.

La profecía maya pareciera que se está cumpliendo, “el día que vieras que entre padres e hijos se estén peleando entre sí”, es que se acercan profundos cambios en la vida, y el antiguo mito del Kuxa’an suum o la soga viviente es la única que alienta la esperanza, y eso tal vez esté sucediendo en este momento,  porque en cuestiones de segundos, tenemos información precisa de lo que sucede en el contexto local, estatal, nacional y mundial.

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