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31 ene 2009

Aluxes residen en la zona arqueológica de Xcambó

Mérida, Yuc., (Diario de Yucatán).- Para los mayas contemporáneos de la Península de Yucatán, los aluxes o “duendes” cuidadores de los terrenos, son residentes de las zonas arqueológicas que hay en la región, a quienes los investigadores antes de explorar estos sitios, deben solicitar permiso mediante ceremonias que realizan junto con los trabajadores del proyecto.

En el sito de Xcambó, en la costa del estado de Yucatán, se encontraron ofrendas contemporáneas que podrían aludir al culto de estos pequeños seres, los que pueden ser representados mediante figuritas de 5 a 20 centímetros de altura, hechas de barro, cera, piedra, madera, tela u hoja de elote, además de nueve gotas de sangre del dedo pequeño del campesino, quien se convertirá en su amo.

De acuerdo con la antropóloga Ella Quintal Avilés, coordinadora del equipo Península de Yucatán del Proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas de México, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), algunos de estos depósitos contenían (dentro de frascos) tres muñecos de cera.

“La pregunta está ahí, es posible que sean aluxes, aunque cabe mencionar que dos de esas figuras estaban juntas y bien podría tratarse de un ‘amarre’ de tipo amoroso. Lo cierto es que los aluxes son considerados habitantes de las zonas arqueológicas del área”.

Estas ofrendas fueron presentadas en el marco de la Décima Reunión Nacional del Proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas de México, que se realiza esta semana en la ciudad de Taxco, Guerrero, con el tema: Chamanismo y nagualismo.

Quintal Avilés detalló que dichas ofrendas se localizaron en 1996, año en que se emprendió el proyecto arqueológico de Xcambó y en el que participó como antropóloga social, toda vez que este sitio es motivo de peregrinación pues allí se ubica una capilla dedicada, precisamente, a la Virgen de Xcambó.

El equipo Península de Yucatán, registró como parte de la línea de investigación dedicada a Chamanismo y Nagualismo, las funciones que se les atribuyen a estos “duendecitos” y los territorios que habitan. Para los mayas contemporáneos estas entidades representan los hombres primigenios, aquellos que construyeron las grandes ciudades como Uxmal.

“Para los mayas de hoy, la primera humanidad estuvo constituida por enanos que fueron destruidos por un diluvio. La creencia es que la humanidad actual está en su cuarto ciclo pues, la raza primitiva de Yucatán, fue de pequeños hombres sabios que construyeron las grandes ciudades, ahora en ruinas.”

“Estos enanos trabajaban con gran rapidez y hacían su trabajo en la oscuridad porque aún no había aparecido el sol, cuando esto sucedió se volvieron de piedra. Según otro mito, durante este ciclo, las piedras no tenían peso y estos seres diminutos podían moverlas con sólo silbar”, explicó Ella Quintal, investigadora del INAH.

El equipo Península de Yucatán está constituido, a su vez, por los antropólogos y etnógrafos, Patricia Balam, Fidencio Briceño, María Jesús Cen, Jorge Gómez, Martha Medina, Teresa Quiñones, Lourdes Rejón, Alejandro Cabrera e Iván Solís, quienes detallaron que los aluxes protegen las fincas, las quintas, los montes, las milpas, los sembradíos y los pocos henequenales distribuidos en el área.

Sea en una parte recóndita del monte o de la milpa —detalló Patricia Balam—, un Jmeen o “brujo”, es el encargado de la hechura del alux, arux o alux k’ a t, normalmente bajo la petición de algún campesino que necesita de los servicios de cuidador de ese pequeño ser.

“En el proceso de elaboración se le ponen los ojos, las uñas y los dientes (de frijoles), así como un vestido de hoja de maíz, aunque también puede ir desnudo. Después, el Jmeen quema hierbas, prende algunas velas y presenta la figurilla al sol y al dios de la lluvia. Se le agrega sangre y se le vierte un soplido en su espalda, el cual emula el viento, luego el hechicero menciona el nombre del amo”.

De esa manera, el alux asustará con silbidos y pedradas a los ladrones de los productos de la tierra, atacará y castigará a quienes cometen actos “indebidos” en el terreno agrícola, y enviará enfermedades no sólo a los rateros sino también al campesino que se olvida de presentarles ofrendas.

Este “duende” trabaja generalmente en la tarde (cuando el milpero regresa a su casa), lleva encima un sombrero y una escopeta, y se hace acompañar de un perro. No obstante, también descansa martes y viernes, días que se aprovechan para ofrendarle saka (atole de maíz), pues el viento o esencia que el alux lleva en su interior, no afecta a las personas.

En opinión de Patricia Balam, “los mayas pues, piensan al aluxo’ob como un ser consciente, capaz de cumplir sus promesas al milpero, pero también de castigar a los incumplidos y a los transgresores. Se dice de ellos que su espíritu no muere, regresa al lugar de donde vino (monte, gruta, cenote, ruinas)”.

Cuando la relación entre el campesino y el alux debe terminar, en vista de alguna enfermedad, término de la milpa, cambio de dueño del terreno o descontento de su amo por las travesuras que el arux comete, es prudente recurrir al Jmeen para que él le explique las causas de su “despido” y así evitar un daño mayor, ya que estos seres son enviados o creados por las divinidades cristianas.

“Con menor frecuencia, se le considera aliado del diablo, por ello, el campesino debe decidir la conveniencia de tener un alux, si bien éste le dará siete años de buenas cosechas, al término del periodo corre el riesgo de que el “duende” mismo se lo lleve”, relató la antropóloga del INAH.

Una de las particularidades de los aluxo’ob, que merece especial atención, es la facultad de mostrar a los Jmeno’ob a desarrollar el trabajo como especialistas rituales. Los “elegidos” deben aceptar las enseñanzas (diferentes rituales agrícolas y de aflicción), de lo contrario sufren enfermedades o la muerte.

Una vez completado el aprendizaje, el miedo desaparece y los Jmeno’ob reciben tanto conocimiento que muchas veces les resulta inexplicable, pues una amplia variedad de adivinaciones, ofrendas, oraciones y rezos, son asimilados por los hechiceros”, concluyó Patricia Balam.

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