Huixtán, Chis., (La Jornada).- A diferencia de los carnavales que celebran los municipios indígenas de los Altos de Chiapas, el de Huixtán lleva cientos de años y no concluye la víspera del miércoles de ceniza, sino tres domingos después.
Además, la fiesta de este municipio tzotzil no sólo ha preservado una tradición ancestral, sino que ha formado muchas familias cuyos padres hicieron pareja durante estos días frenéticos.
Este domingo unos 40 tan shakes (nalgas pintadas) y tagimoles (señores) llegaron a la cabecera municipal para gritar, bailar, tomar posh (aguardiente de maíz) y alegrar el espíritu de cientos de pobladores pese a la pertinaz lluvia y el frío.
"No me lo pierdo cada año. Es una de las tradiciones más grandes e importantes del pueblo, que nos llena de gozo y nos hace revalorar nuestra cultura indígena", comentó un anciano.
Huixtán significa "cerro de cal". El municipio está formado por 50 comunidades, cuyos convidados iniciaron hoy el carnaval a las 16 horas, cuando los primeros grupos entraron al templo de San Miguel Arcángel, construido en el siglo XVI para dar gracias a Dios, pedirle perdón y obtener su permiso para bailar alrededor del parque, según cuenta el nonagenario Aarón Cameras Liévano.
Una de las mayores atracciones son los "nalgas pintadas", hombres de lentes oscuros que se impregnan con lodo blanco de la cintura para arriba, aunque este domingo, debido a la lluvia, sólo se untaron la cara.
Los participantes usan el traje regional, que cuesta entre 8 mil y 10 mil pesos, compuesto por un calzón de manta sujeto con una cinta roja con nudo ciego, camisa blanca con flores bordadas a mano o una camiseta cualquiera, decorada en la espalda con una mantilla de motivos florales. Algunos llevan sombrero, otros casco o boina, y todos huaraches o tenis.
Desde que marchan al templo no dejan de gritar y bailar mientras tocan guitarras, armónicas, cornetas, caracoles, cuernos de toro y otros instrumentos.
A los habitantes de Huixtán se les conoce con el mote de coyotes. Algunos van a la fiesta con figuras de animales hechas con cuero de mapaches, las cuales acercan a los concurrentes diciendo: "Te va a comer, te va a comer".
Antes –cuentan los lugareños– muchos jóvenes disfrazados cortejaban a las muchachas bailándoles y recitándoles versos. Días después las buscaban para presentarse como pretendientes y pedirlas en matrimonio.
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