Ciudad de México, DF., (El Universal).- La situación de desventaja de las mujeres y las indígenas inmigrantes es  similar en México y Estados Unidos, según estudios realizados por  integrantes del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Maritza Caicedo analiza la situación de jóvenes latinoamericanos de  ambos sexos que abandonan sus países de origen para residir en EU.
Si bien se observa una peor situación de la población inmigrante con  respecto a la población nativa blanca no hispana, en su interior hay  diferencias significativas de acuerdo con su lugar de origen, sexo y  ocupación.
Las mujeres inmigrantes participan en un número bastante limitado de  ocupaciones que generalmente están relacionadas con el servicio  doméstico y el cuidado de niños, ancianos y enfermos, y que son menos  reguladas por el Estado; los hombres, en cambio, aunque en su gran  mayoría se insertan en actividades remuneradas con bajos salarios,  cuentan con una gama más amplia de empleos disponibles.
Esto sugiere una situación de mayor desventaja para las mujeres que se  confirma al observar los ingresos de todos los trabajadores. Mientras en  2008 los hombres nativos blancos no hispanos ganaban, en promedio, 37  dólares por hora en una ocupación calificada y los hombres  latinoamericanos tenían un salario promedio de 30 dólares por el mismo  concepto, las mujeres de la región recibían 22 dólares.
La brecha se hizo mayor al considerar sólo a los mexicanos, pues el  salario promedio para los hombres, por el mismo concepto, era de 24  dólares y para las mujeres de 19. 
Expansión de mercados de trabajo 
Marina Ariza aborda las relaciones entre el proceso de globalización y  la expansión de ciertos mercados de trabajo con predominio de mano de  obra femenina, a partir de la década de los años 90 del siglo pasado.
Esta investigación universitaria selecciona dos casos de estudio: el de  trabajadoras domésticas mexicanas entrevistadas en Nueva York y el de  trabajadoras domésticas dominicanas entrevistadas en Madrid, en el  período de mayo de 2006 a septiembre de 2007, con la finalidad de  contrastar sus condiciones de inserción laboral, sus procesos  migratorios y el modo en que éstos son condicionados e inciden a su vez  sobre la dinámica familiar de la que estas mujeres forman parte.
Se considera que el impulso a la migración internacional es el resultado  de diferentes factores, entre los cuales destacan el deterioro de las  condiciones de vida de la población de los países con menor desarrollo  relativo, la cada vez mayor participación de las mujeres en el trabajo  extradoméstico, el acusado y evidente proceso de envejecimiento de la  población en los países avanzados y el recorte del llamado Estado de  Bienestar, en particular de los servicios de salud como parte de las  políticas de equilibrio fiscal.
Es en esta encrucijada donde cobra sentido la creciente demanda, en  países tan dispares como Suecia, Francia, España, Italia y EU, de  trabajadoras inmigrantes para el servicio doméstico que, al asegurar  cotidianamente las necesidades de cuidado y limpieza en los hogares de  dichos países dan lugar a lo que se ha denominado la  “internacionalización del trabajo reproductivo”.
Los resultados de la investigación muestran que, en virtud de la  naturaleza más inclusiva del Estado de Bienestar español, las  condiciones son más favorables para las trabajadoras domésticas  inmigrantes dominicanas en Madrid que para sus homólogas mexicanas en  Nueva York, donde el mercado de trabajo, de por sí informal, es  altamente precario.
Es decir, la política migratoria española abre ciertas posibilidades  hacia otras actividades para la inserción de las trabajadoras domésticas  inmigrantes legales, con procesos de regularización relativamente  incluyentes. 
  
Nuevos nichos laborales 
Martha Judith Sánchez estudia un nicho laboral generado por la intensa  actividad vitivinícola en los condados de Napa y Sonoma, California, en  Estados Unidos, al cual acceden trabajadores agrícolas de origen  mexicano, muchos de ellos en forma ilegal.
Ella analiza la inserción de los oaxaqueños en ese nuevo contexto  laboral; los procesos de migración y asentamiento, primero de varones y  después de mujeres y familias completas.
Mediante la aplicación de un cuestionario, de entrevistas a profundidad,  entrevistas a informantes claves e historias de vida, Sánchez busca  conocer el perfil sociodemográfico de esos inmigrantes, sus historias  laborales y migratorias, sus condiciones de vida y trabajo, los  proyectos que se han generado para la comunidad oaxaqueña, en esa  región, y las formas en que fueron llegando las mujeres y sus familias.
Entre las conclusiones que se obtuvieron destaca el hecho de que ese  mercado de trabajo está segmentado étnica y genéricamente. En un primer  momento, la población mexicana mestiza llegó a sustituir a los  trabajadores de otros grupos étnicos pero, desde hace poco tiempo, la  población indígena es la que lleva a cabo las labores más pesadas en la  agricultura.
Por su lado, las mujeres ocupan los empleos con menor estabilidad y más  mal pagados, como la poda, en el que las remuneraciones son más bajas  que las obtenidas por los hombres en la pizca de la uva. 
  
Migraciones nacionales 
En México, cuando se habla de migración, se piensa en la migración  internacional, el cruce ilegal de fronteras, el envío de remesas o las  constantes violaciones a los derechos humanos de nuestros connacionales.
No obstante, poco se sabe actualmente de los movimientos de personas que van de un estado a otro del país en busca de trabajo.
Ante esta situación, Hubert C. de Grammont y Sara María Lara abordaron  el estudio de las migraciones nacionales de jornaleros agrícolas,  conformadas en gran medida por población indígena, para trabajar en la  cosecha de hortalizas en el noroeste del país.
El objetivo de su investigación fue estudiar las características de vida  y trabajo de esta población jornalera inmigrante que se emplea en las  grandes empresas hortícolas de los estados mexicanos de Sinaloa, Sonora,  Baja California Sur y Jalisco.
Para lograrlo, los investigadores levantaron una encuesta a 8 mil 117  hogares de jornaleros agrícolas en las empresas más grandes del país.  Los resultados muestran que las condiciones de trabajo y de vida de esos  trabajadores son sumamente precarias y de extrema pobreza, con graves  problemas de analfabetismo, salud y mal nutrición, y que estas  condiciones se agravan en el caso de la población indígena. 
  
Encadenamientos 
Para poder analizar la gran movilidad de estos trabajadores agrícolas y  la manera en que, siguiendo las cosechas de distintos productos,  encadenan sus ciclos migratorios con destinos nacionales (como Sinaloa,  Sonora y Baja California) e internacionales (principalmente California),  Sara María Lara emprendió una minuciosa investigación de carácter  cualitativo a partir de sus rutas migratorias, que pueden cubrir varios  miles de kilómetros.
Con base en el método genealógico y en etnografías multisituadas, Lara  estudia la movilidad de familias indígenas zapotecas (Oaxaca) a lo largo  de más de cuatro generaciones y capta su gran capacidad para ir y venir  de un lugar a otro, traspasar la frontera con EU y dejar a una parte de  la familia en los lugares que integran su “territorio migratorio”.  Asimismo, reconstruye los lugares que conforman su espacio de  circulación, los cuales, aunque distantes geográficamente, se encuentran  interconectados por un proyecto migratorio en el que participan todos  los miembros de las familias bajo una lógica de reproducción social y  económica que le da sentido a sus desplazamientos.
Los resultados muestran cómo el desarrollo de la agricultura moderna del  noroeste de México y del sureste de EU se apoya en esta población  jornalera extremadamente móvil, con condiciones de empleo y de vida  sumamente precarias, y a la vez permiten ver cómo se produce, alrededor  de estos polos de desarrollo agrícola, un “cruce de escalas”, no sólo  geográficas, también de tiempos y culturas que van de lo internacional a  lo local. (IIS-DGCS)