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28 oct 2010

Mujeres indígenas inmigrantes, en desventaja

Ciudad de México, DF., (El Universal).- La situación de desventaja de las mujeres y las indígenas inmigrantes es similar en México y Estados Unidos, según estudios realizados por integrantes del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

Maritza Caicedo analiza la situación de jóvenes latinoamericanos de ambos sexos que abandonan sus países de origen para residir en EU.

Si bien se observa una peor situación de la población inmigrante con respecto a la población nativa blanca no hispana, en su interior hay diferencias significativas de acuerdo con su lugar de origen, sexo y ocupación.

Las mujeres inmigrantes participan en un número bastante limitado de ocupaciones que generalmente están relacionadas con el servicio doméstico y el cuidado de niños, ancianos y enfermos, y que son menos reguladas por el Estado; los hombres, en cambio, aunque en su gran mayoría se insertan en actividades remuneradas con bajos salarios, cuentan con una gama más amplia de empleos disponibles.


Esto sugiere una situación de mayor desventaja para las mujeres que se confirma al observar los ingresos de todos los trabajadores. Mientras en 2008 los hombres nativos blancos no hispanos ganaban, en promedio, 37 dólares por hora en una ocupación calificada y los hombres latinoamericanos tenían un salario promedio de 30 dólares por el mismo concepto, las mujeres de la región recibían 22 dólares.

La brecha se hizo mayor al considerar sólo a los mexicanos, pues el salario promedio para los hombres, por el mismo concepto, era de 24 dólares y para las mujeres de 19.

Expansión de mercados de trabajo 

Marina Ariza aborda las relaciones entre el proceso de globalización y la expansión de ciertos mercados de trabajo con predominio de mano de obra femenina, a partir de la década de los años 90 del siglo pasado.

Esta investigación universitaria selecciona dos casos de estudio: el de trabajadoras domésticas mexicanas entrevistadas en Nueva York y el de trabajadoras domésticas dominicanas entrevistadas en Madrid, en el período de mayo de 2006 a septiembre de 2007, con la finalidad de contrastar sus condiciones de inserción laboral, sus procesos migratorios y el modo en que éstos son condicionados e inciden a su vez sobre la dinámica familiar de la que estas mujeres forman parte.

Se considera que el impulso a la migración internacional es el resultado de diferentes factores, entre los cuales destacan el deterioro de las condiciones de vida de la población de los países con menor desarrollo relativo, la cada vez mayor participación de las mujeres en el trabajo extradoméstico, el acusado y evidente proceso de envejecimiento de la población en los países avanzados y el recorte del llamado Estado de Bienestar, en particular de los servicios de salud como parte de las políticas de equilibrio fiscal.

Es en esta encrucijada donde cobra sentido la creciente demanda, en países tan dispares como Suecia, Francia, España, Italia y EU, de trabajadoras inmigrantes para el servicio doméstico que, al asegurar cotidianamente las necesidades de cuidado y limpieza en los hogares de dichos países dan lugar a lo que se ha denominado la “internacionalización del trabajo reproductivo”.

Los resultados de la investigación muestran que, en virtud de la naturaleza más inclusiva del Estado de Bienestar español, las condiciones son más favorables para las trabajadoras domésticas inmigrantes dominicanas en Madrid que para sus homólogas mexicanas en Nueva York, donde el mercado de trabajo, de por sí informal, es altamente precario.

Es decir, la política migratoria española abre ciertas posibilidades hacia otras actividades para la inserción de las trabajadoras domésticas inmigrantes legales, con procesos de regularización relativamente incluyentes.
 
Nuevos nichos laborales 

Martha Judith Sánchez estudia un nicho laboral generado por la intensa actividad vitivinícola en los condados de Napa y Sonoma, California, en Estados Unidos, al cual acceden trabajadores agrícolas de origen mexicano, muchos de ellos en forma ilegal.

Ella analiza la inserción de los oaxaqueños en ese nuevo contexto laboral; los procesos de migración y asentamiento, primero de varones y después de mujeres y familias completas.

Mediante la aplicación de un cuestionario, de entrevistas a profundidad, entrevistas a informantes claves e historias de vida, Sánchez busca conocer el perfil sociodemográfico de esos inmigrantes, sus historias laborales y migratorias, sus condiciones de vida y trabajo, los proyectos que se han generado para la comunidad oaxaqueña, en esa región, y las formas en que fueron llegando las mujeres y sus familias.

Entre las conclusiones que se obtuvieron destaca el hecho de que ese mercado de trabajo está segmentado étnica y genéricamente. En un primer momento, la población mexicana mestiza llegó a sustituir a los trabajadores de otros grupos étnicos pero, desde hace poco tiempo, la población indígena es la que lleva a cabo las labores más pesadas en la agricultura.

Por su lado, las mujeres ocupan los empleos con menor estabilidad y más mal pagados, como la poda, en el que las remuneraciones son más bajas que las obtenidas por los hombres en la pizca de la uva.
 
Migraciones nacionales 

En México, cuando se habla de migración, se piensa en la migración internacional, el cruce ilegal de fronteras, el envío de remesas o las constantes violaciones a los derechos humanos de nuestros connacionales.

No obstante, poco se sabe actualmente de los movimientos de personas que van de un estado a otro del país en busca de trabajo.

Ante esta situación, Hubert C. de Grammont y Sara María Lara abordaron el estudio de las migraciones nacionales de jornaleros agrícolas, conformadas en gran medida por población indígena, para trabajar en la cosecha de hortalizas en el noroeste del país.

El objetivo de su investigación fue estudiar las características de vida y trabajo de esta población jornalera inmigrante que se emplea en las grandes empresas hortícolas de los estados mexicanos de Sinaloa, Sonora, Baja California Sur y Jalisco.

Para lograrlo, los investigadores levantaron una encuesta a 8 mil 117 hogares de jornaleros agrícolas en las empresas más grandes del país. Los resultados muestran que las condiciones de trabajo y de vida de esos trabajadores son sumamente precarias y de extrema pobreza, con graves problemas de analfabetismo, salud y mal nutrición, y que estas condiciones se agravan en el caso de la población indígena.
 
Encadenamientos 

Para poder analizar la gran movilidad de estos trabajadores agrícolas y la manera en que, siguiendo las cosechas de distintos productos, encadenan sus ciclos migratorios con destinos nacionales (como Sinaloa, Sonora y Baja California) e internacionales (principalmente California), Sara María Lara emprendió una minuciosa investigación de carácter cualitativo a partir de sus rutas migratorias, que pueden cubrir varios miles de kilómetros.

Con base en el método genealógico y en etnografías multisituadas, Lara estudia la movilidad de familias indígenas zapotecas (Oaxaca) a lo largo de más de cuatro generaciones y capta su gran capacidad para ir y venir de un lugar a otro, traspasar la frontera con EU y dejar a una parte de la familia en los lugares que integran su “territorio migratorio”. Asimismo, reconstruye los lugares que conforman su espacio de circulación, los cuales, aunque distantes geográficamente, se encuentran interconectados por un proyecto migratorio en el que participan todos los miembros de las familias bajo una lógica de reproducción social y económica que le da sentido a sus desplazamientos.

Los resultados muestran cómo el desarrollo de la agricultura moderna del noroeste de México y del sureste de EU se apoya en esta población jornalera extremadamente móvil, con condiciones de empleo y de vida sumamente precarias, y a la vez permiten ver cómo se produce, alrededor de estos polos de desarrollo agrícola, un “cruce de escalas”, no sólo geográficas, también de tiempos y culturas que van de lo internacional a lo local. (IIS-DGCS)

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