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13 may 2010

Convienen fortalecer la vida académica de estudiantes

Por René López, corresponsal

Tlaxiaco, Oax.-
Para fortalecer la formación académica de los estudiantes del nivel medio superior, de la escuela preparatoria, “Antonio Caso Andrade” de la ciudad de Tlaxiaco, este 13 al 15 de mayo llevaran a cabo dos conferencias magistrales, tituladas, el neoliberalismo y la globalización en México, así como “México, la industrialización con estabilidad.

Alicia Guzmán Ortiz, coordinadora académica, en entrevista dio a conocer que estas conferencias programas durante dos días en la casa de la cultura a las 11 de la mañana, van enfocadas a desarrollar la vida académica de los estudiantes con temáticas actuales como la globalización económica y la industrialización.

Primero con la conferencia, “el neoliberalismo y la globalización en México” que imparte Edmundo Manuel Sánchez López, tiene como eje la apertura de los mercados, pero sobre todo se trata de dar a conocer los procesos de producción, distribución y consumo de bienes, en el cual, incluso los marginados también participan, dado que todo individuo es consumidor, pues de otra forma no podría subsistir.

Con la conferencia “México, la industrialización con estabilidad” que imparte, la especialista Gloria Zafra, de Universidad Autónoma, Benito Juárez, se encamina a dar los elementos teóricos hacia un crecimiento sostenido, la creación de una verdadera industrialización moderna e independiente que contribuyera el desarrollo social de México.

Las conferencias magistrales son también con el propósito de contribuir a la formación académica de estudiantes altamente calificados que contribuyan al fortalecimiento de la institución y luego a otras escuelas a donde se integren para sus estudios.

Esta es una serie de actividades, pero sobre todo, es un programa “pionero” en la formación de buenos estudiantes que en lo futuro será investigadores, por ello los maestros y padres de familia, reconocen la importancia de esta actividad como parte de una política universitaria de largo plaza, ya que en la actualidad el quehacer de las instituciones de educación superior, forma parte integral de las condiciones de competitividad económica y social en que se sustentan las posibilidades de crecimiento y avance social que requieren las localidades, entidades y regiones de nuestro país.

Guzmán Ortiz, añadió que esperan de la escuela preparatoria, Antonio Caso Andrade, después de esta actividad y otras que ya han convenido, dejar cimiento de buena academia de los jóvenes mixtecos, estudiantes formados en el área de investigación científica en el medio rural y de mejora continua.

Indígenas, las principales víctimas de tratantes: CDHDF

Ciudad de México, DF., (OEM).- Son los indígenas las víctimas principales de los tratantes de personas, no sólo con fines sexuales, sino incluso laborales, advirtió Luis González Placencia, presidente de la Comisión de Derechos Humanos del DF, quien consideró que México no enfrenta un problema de racismo, sino que "tenemos un problema de clasismo".

Agregó que lo anterior se expresa en las actitudes discriminatorias que se dan en torno a personas que tienen menos oportunidades y menos recursos en general, independientemente de su condición racial. "México es un país pluriétnico, por lo tanto es difícil hablar de racismo como tal, creo que hay otras variables. Y en el caso del DF eso se expresa igual con estas poblaciones que son poblaciones que no tienen acceso a los satisfactores básicos.

Entrevistado en el marco de las memorias del Cuarto Congreso Nacional de Organismos Públicos Autónomos, el responsable de la CDHDF, al hacer una valoración sobre la discriminación que se da en agravio de los grupos étnicos, consideró que la situación en el Distrito Federal es la misma que se da en todo el país. "Me parece que la situación de los indígenas es una situación de desventaja", dijo.

Sobre la necesidad de garantizar el acceso a la justicia a los grupos marginados, en especial a los autóctonos, precisó: "No se respeta en todos los casos el derecho que tienen a que haya un traductor para que les explique claramente qué es lo que está pasando".

Hay, desde luego, otro nivel de afectaciones que no es tan violento, pero que es de todas manera muy importante que tiene que ver con el reconocimiento de su identidad, con la participación que deben tener en la elaboración de sus leyes, en el reconocimiento de sus instituciones que son autóctonas; "en fin, yo creo que con los indígenas tenemos todavía muchos pendientes", reconoció.

En lo que corresponde a la responsabilidad de las autoridades en la Ciudad de México, con relación a ese tema, aclaró: "Pues sí, efectivamente el Distrito Federal alberga a un número importante de comunidades autóctonas y otras más que no siendo originarias del Distrito Federal se han asentado aquí por diversas razones; y todavía creo que es importante entender cuál es la lógica, cuál es la dinámica con la que funcionan estas comunidades para poder empatar, digamos, los derechos de todas las personas con los que ellos tienen como comunidades específicas".

Desechó la posibilidad de una falta de voluntad política de parte de las autoridades para resolver los problemas que se presentan entre los grupos aborígenes, y destacó: "No necesariamente, precisamente hemos estado involucrados en un proceso con Sederec, con la propia ALDF, pues se consulta con diversas comunidades indígenas para lo que será la ley que sobre la materia que emitirá la Asamblea en el futuro próximo."

Propone legisladora atender las necesidades de vivienda de indígenas

Ciudad de México, DF., (OEM).- La diputada del Partido del Trabajo (PT), Ana Estela Aguirre y Juárez, planteó la necesidad de crear un capítulo especial en la Ley de Vivienda de la Ciudad de México, con carácter multiétnico a fin de atender a los grupos indígenas en los programas que existen en ese rubro, debido a que hasta el momento no existe una partida especial para que se les pueda otorgar un crédito en ese rubro.

La presidenta de la Comisión de Vivienda de la Asamblea Legislativa, Aguirre y Juárez, reconoció que los recursos para satisfacer las necesidades de vivienda de los habitantes del Distrito Federal son escasos, ya que se les puede dar un uso más racional al presupuesto asignado al Instituto de Vivienda de la Ciudad, de manera que integre a los grupos indígenas en los programas que opera.

Durante el foro "Vivienda indígena: derecho primordial de los pueblos y de las comunidades indígenas", la directora general de Equidad para los Pueblos Indígenas y Comunidades Étnicas de la Sederec, María del Carmen Morgan, comprometió los esfuerzos de la dependencia para hacer cumplir las exigencias en materia de vivienda y hacer las gestiones pertinentes ante el INVI de manera que ejerza el presupuesto ya asignado al sector.

En tanto, Agustín Girón Méndez, del Movimiento de Indígenas y Artesanos del Centro Artesanal "La Ciudadela", estableció que si bien el Instituto recibe anualmente una bolsa de 40 millones de pesos que aporta la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, no informa qué proyectos ha apoyado ni el destino de ese dinero.

Epifanio Díaz Sarabia, maestro en defensa y promoción de los derechos humanos, explicó que el 95 por ciento de los grupos indígenas no están organizados.

“Retiren a las mujeres vestidas como indias”

Ciudad de México, DF., (El Universal).- Cuando las dos mujeres de no más de un metro con 45 centímetros, de tez morena y con faldas largas color azul oscuro se encaminaron a la entrada de un centro comercial de Polanco, la alerta entre el personal de seguridad privado fue general. Las miradas nada discretas de hombres de traje las vigilaban cada segundo.

Aquello se convirtió en una especie de hostigamiento visual. Parecía que la presencia de Cecilia y Petrona, dos indígenas tzeltales de Tenejapa, Chiapas, representaba la profanación del lugar considerado el fashion hall o pasillo de moda, ese que los publicistas llaman “espacio único al aire libre para las compras de artículos de marcas prestigiadas, entre un equilibrio de belleza y glamour”.

Aquella era una muestra de lo que los académicos llaman “discriminación de baja intensidad”, un fenómeno social muy extendido en nuestro país.

Rompen con la “normalidad”


Para los vigilantes del centro comercial, Cecilia y Petrona rompían con la “normalidad”. En los radio-comunicadores del personal de seguridad se oían las frases: “Atención, dos mujeres vestidas como indias se están tomando fotos a la entrada de la plaza; indíquenles que no se puede; retírenlas”.

Ese fue uno de, al menos, seis actos discriminatorios que las mujeres chiapanecas experimentaron durante un paseo de tres horas por Polanco.

La diferencia la hacía su atuendo y su forma de hablar, características suficientes para reforzar los datos de la primera y única Encuesta Nacional sobre Discriminación en México hecha en 2006, que indica que la frecuencia de discriminación se da en los grupos más expuestos, como las mujeres, los indígenas, los adultos mayores, las minorías religiosas, los discapacitados y las personas con preferencias sexuales diferentes.

Las estadísticas revelan que 42.8% de los mexicanos se han sentido discriminados en el trabajo por su origen étnico y 41.5% relegados en su empleo por su apariencia física.

Cecilia Pérez Girón y Petrona Girón Gómez, de 23 y 29 años, respectivamente, iniciaron su periplo en la plaza de la Ciudadela, donde trabajan y viven con su familia, a la que ayudan a vender prendas tradicionales de Chiapas.

Ahí, justo afuera del mercado de artesanías, comenzó el paseo y también el acoso de miradas extrañadas, e incluso burlonas, de gente sorprendida porque las mujeres vestían trajes típicos: nahua (falda larga con una hilera de flores bordada) y huipil (blusa con fondo blanco y bordados de colores rojos y naranjas).

Ellas abordaron un taxi con rumbo a Polanco, la primera parada de su paseo. Cecilia se convirtió en la guía y traductora al tzeltal. Ella habla español y su compañera lo entiende poco.

El escaneo visual


¿Dónde está la entrada de la plaza?, preguntó Cecilia a un joven del valet parking del lugar. El chico le señaló con la mano las puertas corredizas de cristal. Las indígenas avanzaron y el acomodador de autos no disimuló una especie de escaneo visual hacia las mujeres.

Antes de que entraran, los vigilantes del interior ya sabían de su presencia. Ellas recorrieron los pasillos de mosaico y madera, vieron la ropa de niños y se acordaron de los suyos que se quedaron en Tenejapa, al cuidado de sus abuelas.

Las acompañaban los ojos vigilantes y la alteración contenida de los cuidadores cuando se acercaban a “las otras personas”. Descansaron unos minutos y salieron para continuar con el recorrido. En ese momento, fue justo cuando los vigilantes intervinieron para evitar que Cecilia y Petrona se tomaran fotos con el fondo de la que llaman “exclusiva plaza”.

Su curiosidad por ver lo que se vendía en esos comercios de la avenida Presidente Mazaryk las dirigió a una tienda de bolsas. La chica que atendía el lugar apresuró la llamada telefónica que sostenía para atender a las visitantes.

Temor a lo diferente

“¿Buenas tardes, les puedo ayudar?” No, gracias, sólo vemos”, respondió Cecilia. La vendedora, sin embargo, no se sentó despreocupada a que admiraran sus productos, más bien sus ojos se fijaron de manera directa a las manos morenas que alzaban y acariciaban bolsas.

“¿Este es su precio? Híjole, está carísimo, pero la verdad ni nos gustan, ¿verdad?”, decía Cecilia a Petrona entre risas, al referirse a una bolsa. Salieron del lugar y caminaron por las aceras, viendo aparadores de marcas y diseñadores reconocidos a nivel mundial.

Fueron cuatro calles las que recorrieron hasta llegar a la tienda de un diseñador italiano. Los curiosos tomaban como un show su paso frente a boutiques y comercios de la zona. Había risas sin disimulo y curiosidad por saber qué hacían esas mujeres ahí.

Ningún vestido de los aparadores les gustó. “Son demasiado escotados y otros están muy cortos, nunca me los pondría”, decía Cecilia, quien con la moda italiana sí quedó convencida. Encontró un suéter color hueso con aplicaciones de flores que le encantó.

“Está muy bonito, ¿ese es su precio?”, preguntó. La vendedora, que no cesó en perseguirlas por toda la tienda, sólo asintió con la cabeza. La prenda que le gustó costaba 16 mil 500 pesos.

Causan nerviosismo

Ellas siguieron su camino una calle adelante. Ahí se ubica una joyería de alta calidad. Una mujer y un hombre uniformados estaban en la entrada. “¿Será que podemos pasar?”, preguntó Cecilia. El señor de seguridad volteó a ver a la chica que lo acompañaba. “¿Las dejamos entrar?” Ella alzó los hombros y le dijo “Déjalas pasar. ¿Qué pueden hacer?”

Dentro del pequeño establecimiento, Cecilia y Petrona se dirigieron a ver las pulseras. Una de las vendedoras salió de inmediato detrás del mostrador. “¿Le puedo ayudar en algo, señora? ¿Le puedo ayudar en algo, señora?”, decía cada vez en tonos más altos y un poco desesperada por la falta de respuesta.

Las indígenas no percibieron que les llamaban a ellas. “¿Esta pulsera cuánto cuesta?”, preguntó finalmente Cecilia. Aliviada, la mujer que segundos antes las asediaba, abrió el catálogo que tenía en la mano y le dijo su precio: “3 mil 200”. Sólo se escuchó el “¡Ahhh!” indiferente de quien solicitó la información.

Cecilia fue a otro mostrador donde había anillos, la siguió Petrona y también la mujer de negro.

En el lugar había tensión por la presencia de las indígenas; las cosas se habían salido de su equilibrio; no se comprendía su presencia. La vendedora intentó relajar el ambiente y les preguntó sobre su vestimenta que les atravesaba el vientre con una faja: “¿De dónde es tu amarrado?” “de Chiapas”, dijo Cecilia. “¿De qué parte?” “de Tenejapa…” “Está muy bonito… “¿Están buscando alguna cosa en especial?” “Cuánto cuesta este anillo?”, preguntó la indígena. “Más de 3 mil pesos… ¿Buscan algo más económico, verdad?”, ellas dijeron que sí.

“Las atenderán con todo placer”

Cecilia y Petrona se despidieron. Era el momento de ir a tomar un postre en un restaurante italiano.

Las mujeres se sentaron en las mesas que invaden la banqueta, luciendo su vestimenta tradicional, esa que, reconocen, habitualmente ya no utilizan las generaciones jóvenes de tzeltales y que incluso entre la misma comunidad llegan a ser motivo de burla.

Sólo Petrona tenía puesto el atuendo típico porque Cecilia no tenía a la mano su huipil. Llegó el mesero, les puso sus servilletas en las piernas pero luego nunca se dirigió a ellas, sino siempre a la reportera que las acompañaba.

—¿Saben sobre la Ley de Arizona que permite a los policías detener a las personas sólo por su apariencia física?

—Sí, esa en que los agarran y los regresan para México. Está bien difícil.

—¿A ustedes las han maltratado por ser indígenas?

—No, nunca —afirmaron las tzeltales.

Durante la estancia en ese restaurante hubo extrañeza entre los meseros e incluso burlas. Cuando el capitán llegó a decir “les dejo a mi compañero que les atenderá con todo placer”, a sólo unos cuantos metros algunos de sus compañeros se rieron.

Pero Cecilia y Petrona nunca se dieron cuenta -o prefirieron ignorar- los desplantes de gente con la que comparten no sólo el color de piel sino también la nacionalidad.