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4 feb 2009

Los demonios de la calle

Ciudad de México, DF., (El Universal).- Las adolescentes otomíes Rosa y Lucía trabajaban en las calles de la Zona Rosa como vendedoras hasta que fueron obligadas a prostituirse. Ambas solían jugar en sus tiempos libres en un estacionamiento de la colonia Juárez.

Un día, el dueño del estacionamiento les reclamó por los supuestos daños causados a los automóviles y les advirtió que debían pagarle la reparación. Para cubrir la deuda les propuso trabajar para él.

El Centro Interdisciplinario para el Desarrollo Social (Cides), a cargo de Alicia Vargas, documentó que las adolescentes indígenas fueron obligadas a prostituirse, pues todas las noches, por instrucciones del dueño del lugar y bajo amenazas, debían llegar al estacionamiento.

Durante una semana, el hombre llevó a los clientes al estacionamiento y ahí, fueron golpeadas y sometidas a todo tipo de abusos. Los familiares de ambas se dieron cuenta de la situación hasta que descubrieron que Rosa tenía lesiones en su cuerpo.

Alicia Vargas ejemplificó con este caso los riesgos a los que están expuestos niños, niñas y jóvenes trabajadores que en el caso de los indígenas, son además, migrantes.

Explicó que en las comunidades indígenas el trabajo de los menores de 18 años de edad es una forma de aprendizaje que, a decir de los padres de familia, les ayuda a ser responsables y desarrollar su autonomía, además de que contribuyen con los gastos para la supervivencia familiar.

El problema, dijo, es que las niñas y los niños que trabajan en las calles son más vulnerables a vivir problemas como la violencia, la drogadicción y la explotación sexual.

En el país, según estimaciones del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), 16 mil niños, niñas y adolescentes mexicanos son explotados sexualmente.

En el Distrito Federal, por ejemplo, el estudio del gobierno capitalino sobre “Niños, niñas y jóvenes en el DF” —elaborado en 2002— reveló que de los 14 mil 322 niños de entre 12 y 17 años de edad que fueron identificados y encuestados como niños trabajadores, 0.4% aseguró dedicarse a la prostitución.

La Secretaría del Trabajo y Previsión Social reconoce que los niños trabajadores son más susceptibles a ser víctimas de explotación sexual comercial infantil.

La subsecretaria de inserción laboral de esta dependencia, Patricia Espinosa, señaló: Los niños que son orillados y expulsados por sus familias para trabajar en las calles están a un paso de ser víctimas propicias de la explotación sexual”.

Por ello, aseguró que el gobierno federal se propuso en este sexenio reducir la tasa de trabajo en los niños menores de 14 años, garantizar que no sean objeto de explotación y otros delitos como el abuso sexual, vigilar que quienes tienen permiso legal para trabajar —de los 14 a los 18 años— lo hagan en condiciones dignas y sin riesgos y asegurar que asistan a la escuela.

En materia escolar, 1 millón 71 mil niños, niñas y adolescentes que trabajan no asisten a la escuela.

Begoña Leyra, del Instituto Complutense de Estudios Internacionales, en una investigación realizada entre 2002 y 2003 sobre “Trabajo infantil femenino: las niñas en las calles de la ciudad de México”, documentó algunos casos de acoso contra niñas que trabajan en el mercado de La Merced, la Central de Abasto de Iztapalapa y en el tianguis de Tepito de la colonia Morelos.

Una niña de 12 años, comerciante de la Central de Abasto, relató: “Un señor dice que quiere que me case con él, pero yo digo que cómo me voy a casar si tengo 12 años, más aparte cómo se va a ver una niña casada con un señor”.

Otro de los testimonios recabados por la investigadora es el de una niña que habita en la colonia Morelos, al norte del Distrito Federal, quien dijo: “Una vez un señor me persiguió...y ahora siempre lo veo...ya le dije a mi papá, y le dijo: si vuelves a molestar a mi hija o te acercas a ella o la persigues no sabes cómo te va a ir, y entonces ya se para por allá y no me persigue”.

Una niña de La Merced comentó: “Mira, me ha pasado mucho (la situación del acoso), porque paso y me siguen las personas, si me regreso, se regresan y me paro con la patrulla y ya no me siguen, pero eso es lo que me ha pasado”.

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