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1 nov 2010

Recuerdos y simbolismos por Día de Muertos en el México contemporáneo

Puebla, Pue., (e-consulta).- El símbolo real del Día de Muertos son nuestros seres queridos: aquellos que no están físicamente con nosotros pero que nos acompañan espiritualmente hasta reencontrarnos; una tradición con origen prehispánico y colonial que lucha por mantenerse ante la influencia del halloween afirmó Norma Barranco Torres, profesora del Colegio de Antropología Social de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.

"Un ejemplo de ello está en los festivales escolares, donde cada vez se ponen menos ofrendas y se le da más importancia al Halloween, respondiendo con ello al concepto creado por el marketing que se esfuerza por vender cada vez más ropa y máscaras para los disfraces y las fiestas.

Ésta situación no sólo priva en las ciudades, sino que "también trastoca a las comunidades indígenas por medio de la migración, sin embargo en el análisis de lo que significa el Día de Muertos, hay que dejar claro que la esencia y la conceptualización de la muerte como fenómeno de socialización no se ha perdido en estas zonas, sólo se le han agregado cosas", aclaró.

Un símbolo actual del Día de Muertos son las calaveritas, las cuales si bien no son propias de la tradición original si son un objeto folklórico que tuvo una gran aceptación; las de azúcar surgieron después de la época colonial cuando a los jornaleros y campesinos se les pagaba en parte con panela, entonces a alguien se le ocurrió darle forma de cráneo, que después comenzó a comercializar, señaló la investigadora.

Aclaró que "las calaveritas no pueden ser el símbolo del Día de Muertos, porque la muerte para los mexicanos está personalizada, es una persona más, y cuando nos acercamos a nuestros seres queridos los imaginamos tal y como los recordamos, en ningún los vemos descarnados o en los huesos".

Por lo tanto el Día de Muertos es la manifestación específica del aprecio directo por un ser querido, al que se espera recibir como cuando estaba vivo, por eso se le viste, se sueña con él y se le da de comer a través de distintos rituales, sostuvo Barranco Torres.

Día de Muertos, un sincretismo prehispánico-colonial

"En el estudio antropológico, el origen del Día de Muertos se centra en dos épocas, la primera es la prehispánica, donde Tezcatlipoca (considerado el Dios del inframundo) puede según se le solicite, hacer que el hombre entre al cielo o al inframundo. En el correspondiente viaje, como muestran los códices, el dios prehispánico protege el alma de los guerreros y las mujeres que perecieron en el parto", explicó.

"A partir de entonces se comenzaron a difundir una serie de mitos sobre la necesidad de ofrendar algo a Tezcatlipoca para que pudiera encaminar bien a los difuntos".

Ante esto la maestra en antropología social aclaró que en la cultura prehispánica, no se veneraba a la muerte, se creía más bien en un cambio de estado, "en un cambio de casa, como refieren todavía los pobladores de algunas comunidades indígenas, ya que para ellos la muerte es un estado que construimos, por eso podemos volver a entrar a este mundo, pues los muertos están ausentes en algún momento pero presentes siempre en la memoria de sus seres queridos y esperando el reencuentro con éstos":

Yo no me muero, nos estamos viendo, nomás me cambian de casa, de lugar, pero sigo aquí, nosotros no terminamos cuando desaparecemos de aquí, comentan aquellos que conservan estas creencias".

El segundo hecho histórico en el origen de Día de Muertos inicia en el periodo de la colonia, "donde surge un sincretismo de esta idea bajo la mirada del proceso evangelizador; entonces se trata de integrar el concepto de muerte al de deudo, en cuanto al triunfo de Jesús sobre la muerte tras su resurrección".

Como resultado de estas dos visiones del mundo, se tiene hoy en día un fenómeno cultural que amalgama tres elementos: primero que el difunto no muere, más bien se le recuerda y por ello se le debe establecer un ritual que confirme este hecho, en este caso el día 2 de noviembre.

El segundo elemento es que la ruta del hombre no termina con su separación de este mundo, ya que también realiza actividades extra corpóreas como mejorar y manipular la naturaleza o visitar a sus seres queridos.

Las ofrendas son el tercer elemento, ésta se concibe como "el intercambio de bienes entre el mundo espiritual y terrenal; es un regalo al individuo, al espacio y al recuerdo de quien no está físicamente pero nos sigue permanentemente de manera espiritual", puntualizó la académica del CAS.

Con estos antecedentes y sintetizando los festejos relativos a la época prehispánica y colonial, el ritual de Día de Muertos se inicia desde el 28 de Octubre hasta el 2 de Noviembre, y cada uno según la muerte que tuvo es cuando regresa a degustar lo que le han preparado. 

Los preparativos empiezan desde antes, sobre todo en las comunidades donde todavía se preservan muchos de los elementos de la ofrenda, con la elaboración de las ceras, comida, vestimentas, flores, incienso y demás.

Entre ofrendas, altares y panteones

La especialista en estudios de religión, puso como ejemplo el ritual que realizan los mixtecos que habitan en el sur del estado de Puebla, quienes más que colocar una ofrenda, la llevan directamente al panteón, convirtiéndose éste en un espacio de convivencia con los difuntos donde se les da de comer, se les canta y se les baila.

"Incluso se dice que a las 12 de la noche el festejado tiene la capacidad de regresar a su casa donde se le está esperando en el altar familiar. Los anfitriones consideran que "si las flores se están marchitando es porque (el fallecido) nos está acompañando, si no entonces tenemos que regresar nuevamente al panteón, pedirle disculpas y llevárnoslos con nosotros".

El significado de la ofrenda, tiene que ver más con el ciclo de vida de la persona a la que se le rinde tributo, es decir, si fue soltero, casado, un niño, etcétera; "se dice por ejemplo que quienes murieron solteros nunca dejaron el gusto por la vida, entonces se les prepara dos o tres tipos de vestimenta, casi no se les pone comida a excepción de frijoles y tortillas, y lo más importante: se le tiene que llevar música (ya sea con banda o incluso con una grabadora) como muestra de la alegría que el difunto tuvo por la vida.

Nunca deben de faltar en estas ofrendas las velas, porque su luz es símbolo de sensatez (que fue lo que le faltó a quien murió sin haberse casado), asimismo siempre debe haber tamales, pues ésta es una muestra del arraigo que se tiene con la tierra. 

Posteriormente el tres de noviembre, "todo lo que se puso en el altar familiar se lleva al panteón para que los difuntos terminen de comer, de jugar y nuevamente nos vuelvan a decir si van a regresar el próximo año, ¿y cómo se dan cuenta? Según sus creencias, ponen doce velas, una para cada mes y si en el transcurso del día se extinguen el difunto regresará el próximo año", comentó la maestra Norma Barranco. 

Sinergia entre creencias prehispánicas, novohispanas y globalización

En la colonia surgió una reformulación de la concepción de la muerte y del más allá; en el sector español se crearon leyendas como el de la llorona o el charro, mientras los indígenas conservaron sus tradiciones. Más adelante las ofrendas comenzaron a colocarse en fechas distintas que actualmente se destinan a quienes fallecieron ahogados o accidentados lo que es una cuestión más urbana:

En las comunidades indígenas la celebración del Día de Muertos ha sufrido transformaciones, precisamente porque éstas se tienen que adaptar al tiempo en que vivimos, es parte de un proceso de mejora. "Lo que tenemos en la urbe es Halloween, y en todo caso la ofrenda que quedó de la tradición prehispánica. En consecuencia el Día de Muertos se ha folclorizado tanto que la gente olvida que ésta es una celebración íntima de cada familia", puntualizó la maestra Norma Barranco Torres.



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