Ciudad de México, DF., (Reforma).- Pese a que existen violaciones y abusos que afectan a las mujeres migrantes en la frontera sur de México, no existe información desagregada por sexo respecto de los centroamericanos que transitan o viven en la zona ni políticas dirigidas a combatir los agravios, cuestionó Rodolfo Casillas, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
Las mujeres centroamericanas en México, indicó, son víctimas de discriminación, violación sexual, explotación laboral, trata de personas y otros agravios.
"Mujer que emigra, mujer que pasa la 'báscula'. Tenemos casos de mujeres que son violadas hasta 40 veces en una parte del trayecto", expuso durante el seminario nacional Modelos de Prevención, Atención y Sanción de la Violencia contra las Mujeres organizado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
"A veces es una violación tumultuaria en una ocasión, que no les da ningún salvoconducto para el resto del territorio; es decir, la pueden agarrar en la Arrocera, en Chiapas, y todavía no llega a los límites con Oaxaca. Imagínese lo que les falta para llegar a Nuevo Laredo o a algún otro lugar", agregó.
Según Casillas, el registro de aseguramientos que lleva el Instituto Nacional de Migración no permite saber cuántas mujeres migrantes atiende.
Mencionó que actualmente trabaja con 10 albergues para migrantes distribuidos de manera estratégica en todo el país, y con el apoyo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, y están sistematizando tanto el flujo que llega a los albergues como el tipo de violaciones que están sufriendo a lo largo del trayecto.
Además de ser víctimas de agresiones sexuales, indicó Casillas, muchas de las guatemaltecas que residen en México con permiso de trabajo expedido por el INM no existen, pues al venir con toda su familia a México, el permiso se le otorga al marido y a ella se le otorga la clasificación de "acompañante".
Asimismo, dijo, son víctimas frecuentes de la trata de personas, fenómeno permitido en la frontera sur de México.
"Están desde las personas que les venden ropa, las tangas y los tacones a plazos, las que les venden las pelucas o les pintan las manos, las que les cuidan a los niños, las que les rentan un cuarto en una vecindad.
"Están los que les rentan películas pornográficas para que aprendan a usar el cuerpo, los taxistas que las llevan y las traen. Todos ellos ganan porque esas muchachas que trabajan y ganan en efectivo se la pasan distribuyendo sus ganancias, por eso no hay conflicto social, hay tensión social", explicó.
El académico subrayó que existe un campo muy abonado de problemas y muy carente de modelos de atención.
"No conocemos el volumen de las poblaciones específicas de las que estamos hablando.
"Tenemos algunos esfuerzos inconexos de calidad diversa y con muy frágil perspectiva de generó", refirió.
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