La violencia contra las mujeres es una situación estructural y un reflejo de la opresión de las mujeres por los hombres, afectando a todas las mujeres como grupo social. Toda violencia tiene un contexto especifico y tenemos que comprender cómo, cuándo y por qué ocurre esta violencia contra las mujeres, cuáles son los mecanismos en un contexto específico que permite que exista la violencia contra las mujeres. La idea general sobre la violencia contra las mujeres es que se trata de situaciones extremas o localizadas en personas individuales. Pero eso nos toca a todas, pues todas ya tuvimos miedo, cambiamos nuestro comportamiento, limitamos nuestras posibilidades por la amenaza de la violencia.
Otra idea es que la violencia contra las mujeres es un problema solo de las clases más bajas y de las culturas “bárbaras”. Con todo, sabemos también que la violencia es transversal y que atraviesa a todas las clases sociales y diferentes culturas, religiones y situaciones geopolíticas.
A pesar de ser más común en la esfera privada, la violencia contra las mujeres también ocurre en la esfera pública (trabajo, agresiones, estupro, tráfico, pornografía, esclavitud, esterilización forzada, etc.). La violencia es utilizada como una forma de excluir a las mujeres del espacio público. En un contexto de criminalización de los movimientos sociales, la represión contra las mujeres luchadoras, muchas veces toma la forma de violencia sexual.
Otro ejemplo es cuando el modelo de masculinidad se asocia con la agresividad y cuando los jóvenes integran grupos con expresiones racistas y sexistas para presentarse a sus pares como verdaderos “hombres”.
La raíz de la violencia contra las mujeres está en el sistema patriarcal y en el capitalismo que impone una necesidad de control, apropiación y explotación del cuerpo de las mujeres. El patriarcado funciona a través de dos principios: la noción que las mujeres son propiedad de los hombres (es por eso que las mujeres estarían al servicio de los hombres y no podrían nunca decir no), y la división de las mujeres en dos categorías: “santas” y “putas”. La violencia es un castigo para aquellas que no se encuadran en el papel de “santas”, “buena madre y esposa”, por ejemplo, es común que los hombres justifiquen la agresión a sus esposas porque la comida no estaba lista o por que la ropa que querían vestir no estaba limpia. También es un castigo para aquellas que son consideradas “putas”, y los agresores y la sociedad justifica la agresión diciendo que la mujer estaba caminando sola de noche o porque la mujer no usaba ropa decente.
La noción impuesta por el patriarcado de que las mujeres son propiedad de los hombres también tiene un aspecto económico, que está conectado a la cuestión del Estado hegemónico y que se expresa en la unión entre el patriarcado y el capitalismo. Eso posiciona a las mujeres como mano de obra mucho más barata y siempre disponible para el cuidado de los otros y todo el trabajo que envuelve eso. Así, asistimos a dos niveles de dominación de las mujeres por el patriarcado: por un lado, hay una explotación del trabajo de las mujeres y, por otro, la violencia como herramienta para mantener la dominación del hombre. Las mujeres sufren también niveles distintos de discriminación y opresión que se sobreponen: son mujeres pero también por el color de la piel, la lengua, la nacionalidad, clase social, la religión, etc.
La cuestión del poder hegemónico ha llevado, por ejemplo en México, a una nueva forma de feminicidio que deriva de la hegemonía de los Estados Unidos y que se expresa por el asesinato en masa de mujeres mexicanas por cruzar la frontera con los Estados Unidos. En Europa observamos la creación de un nuevo discurso de la ideología dominante, en que la igualdad de género es usada contra los migrantes, haciendo una conexión entre inmigración y la violencia contra las mujeres. Incluso la invasión de Afganistán por parte de los EE.UU. fue justificada por la defensa de los derechos de las mujeres.
¿Cómo podemos luchar contra la violencia a las mujeres? En muchos países ya existen leyes que protegen a las mujeres, aunque eso no es siempre suficiente, porque muchas veces en la práctica no son aplicadas. El silencio, la discriminación, la impunidad, la dependencia de las mujeres en relación a los hombres y las justificaciones teóricas y psicológicas toleran y animan la violencia contra las mujeres.
Sabemos que el Estado es patriarcal y violento pero también esperamos que sea él quien reaccione contra todo tipo de violencia hacia las mujeres. Además de eso, la policía que es operadora de muchas políticas que reivindicamos. También reprime los movimientos ejerciendo recortes de raza y clase. Eso es una contradicción. Para muchas mujeres la única forma de defensa contra la violencia en su comunidad y en su familia es el Estado, que representa un poder externo y superior.
Sabemos que las medidas punitivas son necesarias pero insuficientes para erradicar la violencia. Son necesarias acciones que busquen prevenir y que cohíban los actos de violencia antes que estos ocurran. En los Estados donde existen políticas publicas, estas difícilmente llegan al conjunto de mujeres, incluyendo las mujeres rurales, indígenas e inmigrantes.
Las mujeres siguen resistiendo de forma individual y colectiva. Cada vez que una mujer resiste y denuncia, ella está rompiendo el paradigma dominante. También es necesario confrontar públicamente a los hombres y a la sociedad al respecto de la violencia contra las mujeres. No podemos hablar de erradicación de la violencia contra las mujeres sin hablar del sistema patriarcal, capitalista, colonialista. En este proceso, los movimientos locales fuertes, donde las mujeres de las comunidades son protagonistas, tienen un papel decisivo.
Nosotras, de la Marcha Mundial de las Mujeres queremos generar un debate y una acción política amplia que se anticipe a la realización de la violencia, siendo verdaderamente preventiva. Ya se conoce la extensión y la intensidad de la violencia, entonces, no es necesario esperar que exista denuncia, es necesario tener el tema en la agenda de los grupos de mujeres, en las organizaciones mixtas, en las radios comunitarias, en los diarios y medios de comunicación de los movimientos. Para eso, creemos que el movimiento feminista debe construir una fuerte y amplia auto organización de las mujeres luchando por la autonomía y la autodeterminación.
Los grupos de mujeres se fortalecen a través de encuentros, diálogos, debates, manifestaciones, trabajos corporales de autodefensa. El objetivo no es localizar la violencia sexista como un problema de algunas mujeres sino fortalecernos a todas aprendiendo y reaprendiendo a resistir, a construir nuestras vidas sin violencia.
Finalmente, valoramos como un paso importante en esta lucha el hecho de que movimientos sociales mixtos se dispongan a enfrentar la violencia contra las mujeres, y nos solidarizamos con la “Campaña Mundial de la Vía Campesina por el fin de la violencia contra las mujeres” que fue lanzada en la V Conferencia Mundial en Mozambique en Octubre, de este año.
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