Ciudad de México, DF., (AP).- Un grupo de arqueólogos descubrió, en la zona arqueológica de Tlatelolco, un sepulcro masivo poco común con los restos de posibles guerreros aztecas que combatieron a Hernán Cortés.
El complejo funerario localizado donde se dio la última resistencia indígena contra los españoles en el siglo XVI, contiene los restos de al menos 49 indígenas adultos, cuidadosamente colocados en una aparente mezcla de la cultura azteca y cristiana.
"Nos llevamos una sorpresa increíble, encontramos un gran complejo funerario", dijo en el sitio del hallazgo el líder de la excavación, el arqueólogo Salvador Guilliem.
El experto dijo que los indígenas sepultados podrían haber muerto durante la guerra para conquistar la capital del imperio azteca, que encabezó Cortés en 1521, aunque también tienen la teoría de que habrían fallecido durante alguna de las sublevaciones que siguieron al triunfo de los españoles.
Guilliem dijo que muchos entierros han sido localizados en el sitio, con restos de indígenas que murieron durante las pestes de 1545 y 1576. Sin embargo, refirió que los entierros de los muertos por las pestes solían caracterizarse por hacerse sin organización, rápidamente y apilando los cuerpos sin importar la edad ni el género.
Pero en el caso del complejo recién descubierto se encontraron elementos distintos. Los restos, dijo el experto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), tenían muchas características de los guerreros: todos, salvo cuatro de ellos, eran hombres jóvenes, muchos eran altos y varios mostraban huesos rotos que habían soldado.
Los hombres también estaban cuidadosamente colocados en un estilo que corresponde a los usos del cristianismo: recostados boca arriba con los brazos cruzados sobre el pecho. Añadió, sin embargo, que muchos parecen haber sido envueltos en largas hojas de maguey.
En otra misteriosa mezcla de la cultura indígena y española, en el complejo funerario se hallaron restos de piezas de cerámica usadas en ofrendas aztecas, pero también objetos de madera laminada (quizá restos de féretros), clavos de metal y algunos botones de hueso, un anillo y un collar de cobre.
El hallazgo se hizo a finales del 2008 cuando arqueólogos del INAH buscaban mejores evidencias de la fecha de construcción del templo mayor de Tlatelolco, para determinar con precisión el momento de su fundación.
Los restos humanos presentan un alto grado de deterioro debido a que entre finales del siglo XIX e inicios del XX, justo encima de la zona, tapiada como todos los vestigios indígenas por órdenes de la Corona española, pasaba un ferrocarril. El entierro tiene una longitud de 10 metros de largo por cuatro de ancho, aunque los arqueólogos esperan encontrar más osamentas.
Susan Gillespie, experta del Departamento de Antropología de la Universidad de la Florida, coincidió que el entierro era poco común porque es improbable que los españoles se hubiesen molestado en tener tanto cuidado para enterrar a guerreros aztecas, mientras que los indígenas habrían sido más proclives a cremar y honrar a sus muertos.
La experta, no involucrada en la excavación, dijo que aún se conoce muy poco sobre lo que pasó inmediatamente después de la caída del imperio azteca, cuando Cortés arrasó con la mayoría de las pirámides y templos, y luego abandonó la destruida metrópolis. El conquistador vivió en las afueras de la ciudad antes de regresar a reconstruirla al estilo español.
Guilliem dijo que probablemente en el periodo en que Cortés abandonó la ciudad los aztecas regresaron a enterrar a sus muertos. La experta de la Universidad de Florida coincidió en que podría tratarse de víctimas de las rebeliones indígenas posteriores a la conquista, aunque consideró que aún es necesario realizar más investigaciones, como un análisis de los restos para determinar la causa de su muerte.
Gillespie dijo que otra posibilidad es que hayan sido indígenas que fueron hechos presos por los españoles y asesinados tiempo después.
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