Tapachula, Chis., (El Universal).- El Comité de Familiares de Migrantes Fallecidos y Desaparecidos (Cofamide) y la organización Carecen Internacional, demandaron a autoridades mexicanas crear una “base de datos” con informes forenses de migrantes fallecidos sin identificar, para esclarecer los casos de muerte y desaparición de más de mil salvadoreños y hondureños.
Según la Iglesia católica y Carecen Internacional, más de mil migrantes hondureños y salvadoreños desaparecieron en territorio mexicano al emprender su viaje a Estados Unidos.
Algunos de ellos tienen más de 20 años desaparecidos. “La mayoría salió con la ilusión de llegar a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida. Otros, por el conflicto armado que vivió El Salvador”, destacó el párroco Luis Ángel Nieto.
En caravana a la frontera
Una veintena de madres, esposas, hermanos e hijos de migrantes salvadoreños arribó el pasado lunes al poblado de Tecún Umán, Guatemala, frontera con México, donde tras escuchar una misa en el templo del Señor de las Tres Caídas, visitó la Casa del Migrante local; desde su fundación, ésta ha atendido a 105 mil indocumentados, dijo el sacerdote.
Después, integrantes de ese comité recorrieron a pie las polvorientas y peligrosas calles de Tecún Umán, hasta llegar al monumento al migrante fallecido y desaparecido, ubicado a la orilla del río Suchiate, frontera natural entre México y Guatemala, donde depositaron ofrendas florales para recordar a sus familiares.
Otros subieron a las pequeñas e improvisadas embarcaciones que cruzan a los migrantes por el río Suchiate y de igual forma depositaron ofrendas y veladoras en memoria de los ilegales que murieron en busca de llegar a Estados Unidos.
Ayer, la delegación de salvadoreños, bajo un estricto dispositivo de seguridad y con el respaldo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), recorrió en Huixtla, ya en territorio mexicano, la zona de La Arrocera, ubicada a 45 kilómetros de Tapachula, donde decenas de migrantes hombres, mujeres y niños han sido asaltados, violados y ejecutados.
La Arrocera es un pequeño tramo de cuatro kilómetros, utilizado por los indocumentados para evadir la caseta migratoria de El Hueyate. De acuerdo con la Iglesia católica y organismos defensores de los derechos humanos, 80% de los asaltos y homicidios se comete en esta región.
En ese sitio, donde la policía sólo ingresa en convoy y provista con armas de alto poder, el sacerdote Nieto pidió por el descanso de los migrantes que fallecieron.
Por segunda ocasión durante este recorrido, el cura pidió a las autoridades mexicanas que combatan a la delincuencia que hace varios años siembran en la zona dolor y miedo, pues “no podemos callarnos, no podemos ser cómplices”.
Al término de la oración, los salvadoreños recorrieron La Arrocera y sembraron decenas de cruces en memoria de quienes perdieron la vida en la región.
Durante la emotiva ceremonia, los presentes no pudieron contener las lágrimas. La tristeza y el dolor invadieron sus rostros. La mayoría sabía el significado de La Arrocera.
Que se comunique conmigo
Para la salvadoreña Dora Alicia Crestín, de 70 años, su mayor deseo es que su hija Irma Elizabeth Arévalo —hace más de 20 años se encuentra desaparecida—, se comunique con ella antes de que “me muera”.
Con voz entrecortada, relata que en 1980 su hija dejó su natal San Salvador para emigrar a Estados Unidos. “Tenía 20 años y me dejó a sus dos hijos, uno de dos años y la niña de tres meses”.
En esa época, pagó a un pollero de nombre Carlos 2 mil 500 colones para que la trasladaran a Estados Unidos.
—¿Cuándo fue la última vez que tuvo contacto con ella?
—Al año que ella se fue, en el Día de la Madre. Sólo me dijo que estaba trabajando y que me iba a mandar dinero.
“Después le fui a preguntar al coyote por mi hija y él me aseguró que había llegado, también me entregó la cédula (identificación) y una partida de nacimiento”.
—¿Cómo han sido estos años para usted?
—Terrible. Sólo la voluntad de Dios me da fuerzas para seguir adelante. No sé si mi hija está muerta o viva.
—¿Qué le dice su corazón?
—-Me dice que está viva.
—¿Qué mensaje le mandaría a su hija?
—Quiero verla antes de que me muera, que se comunique conmigo.
En la peregrinación también participa María Inés Méndez, de 62 años. Ella quiere saber el paradero de su hija Sandra Mabel Sánchez Méndez, quien tenía 20 años cuando se fue hace cinco años a Estados Unidos.
María dejó al cuidado de su madre a sus dos niñas: Yuri Lizbeth, de 9 años, y Sandra Marisol, de 7 años. “Tengo fe que la voy a encontrar”, señaló.
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