California, Estados Unidos (Oaxacalifornia).- Es muy penoso lo que ha ocurrido en las últimas semanas con el caso del oaxaqueño Triqui, Marcelino de Jesús Martínez al ser acusado de vender a su hija, pero más penoso es la reacción que varios medios, sobre todo en español, tuvieron con respecto a esta historia.
Los indígenas en México siempre hemos sido objeto de burlas, de malos tratos y de discriminación. Mucho trabajo y años de lucha, nos ha llevado en defender nuestra dignidad y ganarnos el respeto de la población en general.
Situaciones como la de Marcelino, nos dejan ver que todavía no se ha avanzado en gran medida y que el trabajo de muchas organizaciones, tanto aquí en Estados Unidos como en México, debe ser doble.
No sólo deben educar a los que, a juzgar por muchos, somos los ignorantes, sino también a los que con su preparación ignoran la historia y las costumbres de su país.
México, como muchos otros países, tiene un régimen patriarcal en donde el hombre ejerce su poder por ser la cabeza de la familia, sin embargo con el paso de tiempo eso se ha transformado porque la mujer cada vez recorre camino en el aspecto de lograr el respeto y la igualdad de derechos. Todavía falta trabajar más.
En Oaxaca existen prácticas ancestrales que prevalecen entre las comunidades y que claro, ante la sociedad actual son vistas como opresivas – porque lo son en muchos casos –. En la comunidad Triqui, en donde los padres hacen acuerdos matrimoniales a través de la dote monetaria para el compromiso de sus hijos. Lo alarmante para quienes ya vivimos en una sociedad más globalizada, es que los acuerdos matrimoniales son con adolescentes entre los 13, 14 o 15 años de edad.
Esto se presta a muchas malas interepretaciones si no se conoce el aspecto cultural que hay de fondo. Esta práctica no es meramente de los indígenas oaxaqueños, en otras culturas como la china, la indú o la arábica se dan casos como este, aunque en forma distinta.
Es claro que cuando uno emigra a otro país debe respetar las leyes que ahí se rigen y tratar de adaptarse a ellas, eso es indiscutible. Aquí en Estados Unidos, aunque las comunidades de indígenas sean grandes no funcionan las leyes de Usos y Costumbres que en muchos pueblos de Oaxaca aún se implementan, y es de entender que “desaparecer” ciertas actitudes de un momento a otro porque hemos cambiado de residencia, no es una tarea fácil.
El caso de Marcelino no sólo ha sido objeto de “exhibición” de los medios de comunicación amarillistas y sensacionalistas. Se puede entender esa reacción de los medios en inglés que no conocen mucho a nuestra comunidad, pero de los medios en español no tanto porque diversas organizaciones han estado, constantemente explicando los aspectos culturales de estos grupos.
Aprovechando el tan sonado caso que acaparó la atención nacional e internacional, el programa de Eddie Sotelo “El Piolín”, quien se dice defensor de la comunidad inmigrante y que está hombro con hombro con los inmigrantes, no podía pasar por desapercibido tal hecho.
“El Piolín”, locutor con más audiencia en toda la nación, utilizó el caso sólo para burlarse de la situación.
Con engaños, el equipo de producción del elogiado locutor logró hablar con la familia. La hija de 14 años de Marcelino, que apenas habla el español porque su primer lengua es Triqui, tomó la llamada para responder a las preguntas de “El Piolín”.
Mientras la pequeña contestaba a las interrogantes, las burlas tanto de la audiencia como de la cabina, no se hicieron esperar.
Es indignante que un locutor como “El Piolín”, quien defiende a la comunidad inmigrante, utilice su poder para humillar y burlarse de la tragedia como la que está viviendo la familia Martínez.
Lo más lamentable es que ni siquiera por equivocación, se le ocurrió llamar alguna organización de oaxaqueños – que bien conoce – para hablar del caso y tratar de informar a su audiencia sobre esta situación.
Mucho más hubiera enriquecido a su público si en lugar de sólo burlarse de la joven, hubiera explicado lo que hay detrás de toda esa situación.
Sin importar cuál sea el formato de su programa, claro que el locutor puede decir lo que quiera o lo que sus ejecutivos le permitan, hay una palabra que define a quienes trabajamos en un medio de comunicación y se llama, ética.
Para conseguir información y entrevistas, hay que utilizar con frecuencia esta palabra y nunca engañar a nuestros entrevistados. No importa que “El Piolín” no sea periodista y nunca haya estudiado en una universidad, con sus años de experiencia, esto debió aprenderlo en el oficio.
Que pena que su programa sólo lo utilice para darse fama de benefactor y de defensor de los migrantes, y no para informar a la audiencia sobre temas que realmente merecen explicación.
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