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8 dic 2008

Migrantes indígenas e indocumentadas, más expuestas a contraer virus del VIH

Estados Unidos (El Remesero).- Durante el año pasado, de un total de 560 mil migrantes hacia Estados Unidos, 310 mil eran mujeres, dice un estudio del Grupo de Trabajo en Materia Migratoria del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la Cámara de Diputados, presentado por el diputado Edmundo Ramírez Martínez.

La cifra coincide con la propuesta para 2005 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA): la mitad de migrantes mexicanos hacia Estados Unidos fueron mujeres, y con datos de 2007 que señalan: la población femenina migrante alcanzó el 50.5 por ciento
De las mujeres migrantes, las indocumentadas e indígenas están cuatro veces más expuestas al VIH/SIDA, reportan estudios realizados por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) sobre el vínculo entre mujer, migración y vulnerabilidad ante el virus.

La mujer que migra, sobre todo aquella que lo hace sin documentos, es vista por “polleros” y autoridades migratorias, pandillas o bandas de asaltantes, incluso por pobladores locales, como un “cuerpo disponible” que puede ser usado para asegurar que ella y quienes le acompañen en la travesía, crucen de país a país.

En esas condiciones, las mujeres quedan expuestas a ser víctimas de agresiones sexuales, indicó Martha Caballero del INSP, quien añadió que, en ambos casos, la negociación de su protección no tiene cabida.

Para el diputado Edmundo Ramírez el fenómeno de la migración femenina se debe “a la falta de oportunidades, principalmente el desempleo”, pues en México el déficit de desempleo es de 600 mil mujeres y hombres, de los cuales más del 50 por ciento son mujeres.

Desigualdades de género

Resultado de ocho años de investigación, los trabajos de Martha Caballero García incluyen el seguimiento en ciudades que expulsan a migrantes en la zona sur, centro y norte de México, en especial aquellas las que hacen frontera con Guatemala y los Estados Unidos.

Aunque las mujeres migrantes son minoría con respecto al 70 por ciento de hombres que abandonan sus comunidades, son mucho más vulnerables, dado las desigualdades de género que provocan que exista la percepción de que ellas “están disponibles para tener relaciones sexuales o dispuestas a negociar su paso al otro país, a través del cuerpo”, señaló.

Al menos en el norte del país, el 30 por ciento de las migrantes sin papeles ha sufrido violencia sexual, dijo la especialista en una conferencia promovida por el Grupo Interagencial de Género de las Naciones Unidas México, durante la XVII Conferencia Internacional sobre el SIDA, realizada del 3 al 8 de agosto en la Ciudad de México.

Junto con ella, Elvira Madrid Romero, de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer, señaló a Cancún, Quintana Roo, como lugar de arribo de mujeres migrantes que abandonan Cuba y “son recibidas por la mafia cubano-americana” o enganchadas por grupos que tratan con seres humanos.

Madrid Romero ha asistido a mujeres de países como Argentina, Cuba o Rusia, víctimas de trata de personas o que han migrado en busca de mejores ingresos. En estas condiciones, antes de ser vendidas o entregadas, las mujeres son usualmente forzadas a sostener relaciones sexuales con los “polleros” o traficantes de migrantes.

“También hemos detectado una nueva modalidad, acaso más perversa: los “coyotes” obligan a mujeres migrantes indocumentadas a cargar droga, con lo cual ellas pasan de ser indocumentadas a traficantes de drogas”, alertó Caballero García.

Subcultura del sexo

Cuando las mujeres asumen una posición de fragilidad al momento de migrar sin documentos, se establece una suerte de “subcultura del sexo”, que consiste en que buscan protección dentro del grupo de indocumentados con el que viajan y asumen el rol de protectoras que lavan la ropa y alimentan a sus compañeros, añadió Madrid.

“En estos casos y con estos grupos, la mujer tiene sexo por compañerismo o sexo transaccional, es decir, a cambio de algo; también se tiene sexo condicionado, forzado por los ‘coyotes’ o ‘polleros’, que amenazan con dejarlas en medio de la nada si no consienten el encuentro”, detalló. Y “muchas veces participan autoridades migratorias, en las garitas en donde hay de cuatro a cinco policías, que igualmente se rolan a la mujer”.

La investigadora advirtió que el sexo que se da por sobrevivencia es aquel que se da cuando la mujer se ve obligada a canjear su cuerpo por lo mínimo: “Un baño o dos tacos…”.

Las que se quedan...

Madrid señaló que muchos hombres migran pero dejan a sus compañeras en casa, junto con hijas e hijos, padres, personas adultas mayores, y son ellas quienes sacar a sus familias adelante.

La partida de los hombres transforma la existencia de las mujeres de diferentes formas, pues éstas experimentan cambios en su calidad de vida y en sus relaciones y roles de género. “Ellas tienen que asumir el rol del varón que se fue”, mencionó la experta.

Estos cambios afectan de distinto modo a las mujeres, en dos categorías. Están, explicó, las que son más jóvenes y se quedan con la familia de su pareja, lo que redunda en cierto desahogo económico y protección, a cambio de en un mayor control de sus vidas, decisiones y determinaciones en cuanto a su actividad sexual.

Las mujeres de mayor edad, por su parte, suelen quedarse solas, con toda la carga económica, educativa y de salud de la familia. “Tienen mayor libertad de moverse, pero suelen ser vistas por los hombres como ‘disponibles’ para tener relaciones sexuales, porque están solas”, sostuvo.

La ciudad turística de Cancún y en general la Riviera Maya son sitios receptores de migrantes mestizos e indígenas procedentes de estados vecinos, como Chiapas y Tabasco, quienes migran hacia allá para buscar trabajo.

Para las compañeras de estos hombres hay otro fenómeno alterno que sufren ellas cuando se suscita al regreso de sus compañeros, pues en la percepción social existe la idea de asociar a los migrantes con personas que viven con VIH, lo que provoca que en las comunidades sean estigmatizadas.

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