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7 sep 2009

Depredadores se aprovechan de recursos naturales de indígenas

Cochoapa el Grande, Gro., (La Jornada Guerrero).- En su lengua materna, los indígenas na savi de Cochoapa el Grande son los hijos de la lluvia. Tal vez sus ancestros así se autonombraron por ese vínculo natural del hombre con su entorno que se aprecia en lo más alejado de La Montaña de Guerrero: el cielo parece estar al alcance de las manos, enmedio de bosques de pino y encino que se extienden sobre la cordillera. Un ecosistema vasto y rico en el rincón más pobre de México.

Pero esta mañana, una franja del bosque en el cerro Tierra de Algodón amaneció quemada. Paulino Díaz Díaz anda entre troncos chamuscados. En el aire ronda el olor de la combustión una vez apagado por la lluvia. Vapor caliente que se impregna a los pulmones provocando una incómoda sensación al respirar. Un incendio forestal cometido deliberadamente, concluye el na savi.

También dice que rondan los talamontes, los que tienen anuencia a manga ancha por parte del gobierno, es decir, los “empresarios madereros”, que sin control alguno explotan el bosque, y también campesinos locales que no tienen el mínimo cuidado con el entorno y se coluden con éstos a cambio de dinero.

Esa situación mantiene divididos a los campesinos de Cochoapa desde hace un tiempo. Un sector no está de acuerdo con la explotación del bosque, porque durante más de tres décadas, acusan, sólo se han beneficiado los empresarios y las autoridades de bienes comunales, mientras que a los comuneros nunca les han rendido cuentas.

La Barca es una comunidad muy peculiar. En 2003 una tromba asoló al poblado, las casas y el suelo se hundía, por eso gestionaron su reubicación ante el gobierno. Luego de insistir durante dos años, la comunidad es la única de La Montaña que ha logrado ese derecho, de cientos de peticiones que abundan en toda la región, territorio sinuoso donde se han establecido en desorden chozas de tejamanil y adobe.

En La Barca, los indígenas no están de acuerdo con que las empresas sigan extrayendo madera. Paulino Díaz, un na savi de amplia estima entre los lugareños, es el principal de la comunidad. Dice que se oponen no sólo por la falta de transparencia en los convenios de explotación, sino porque en los últimos años ha sido posible notar, a simple vista, cambios severos en la naturaleza, situaciones que antes no ocurrían: el agua escasea, el clima ha resultado más caluroso y comienza a notarse erosión en los suelos. Por eso hace unas semanas retuvieron los troncos que llevaban camionetas de las madereras rumbo a la ciudad.

“Ya son muy pocas las maderas que nos quedan y ellos las están derribando, el grupo pequeño de gentes y empresarios están provocando la erosión, el cambio del suelo, los animales, las plantas y los ríos se están destruyendo porque ellos están sacando los árboles, la madera”, lamenta.

En La Montaña de Guerrero, zona donde se ubican 10 de los 50 municipios más pobres del país, hay 692 mil hectáreas de bosque, 260 mil de ellas son consideradas zonas con “cierto riesgo” de deforestación, de acuerdo a datos de la oficina de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) en la región. Las causas de ese “cierto riesgo” son: el procedimiento tradicional de los campesinos para preparar la siembra, llamado tlacolol, que consiste en la quema de la maleza; los incendios forestales –hace 2 años Guerrero ocupó el quinto lugar nacional en el renglón-; y la tala ilegal, según la misma fuente.

De 2002 a la fecha, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) ha dado anuencia a nueve convenios de explotación forestal que establecieron núcleos agrarios de La Montaña con madereras; seis de estos convenios tienen una vigencia de 10 años, como es el caso de Cochoapa el Grande, que concluye hasta 2015.

Aunque en la oficina regional de la Conafor explican que no son las empresas la causa principal del deterioro en el ambiente, pues la explotación tiene un “estricto control” que es regulado por las autoridades, el presidente municipal de Cochoapa, Daniel Esteban González, del PRD, tiene una opinión distinta.

“No sé si no se dan cuenta las autoridades, a lo mejor como ellos no viven aquí no se dan cuenta de lo que es la destruccción masiva de los bosques, no se dan cuenta de que los empresarios vienen y engañan, negocian con el comisariado, comienza el engaño y comienza la explotación de madera.

“Es un problema muy grande que no es nuevo, es de muchos años. Hay historias en Cochoapa de que fueron los López, gente de Tlapa (el municipio más urbano de la zona) los que vinieron aquí y son los que se apropiaron de los recursos de Cochoapa. Pero así ha sido año tras año, los comisariados y los empresarios, siempre la meta es explotar”.

De acuerdos estudios realizados por investigadores del proyecto Manejo Integral de Ecosistemas (MIE), auspiciado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y que opera desde 2002 en La Montaña, la zona cuenta con una riqueza de recursos naturales en una superficie de 692 mil hectáreas, de las cuales 281 mil 332 tienen una cubierta boscosa natural que representan dos ecorregiones globalmente importantes: Las selvas secas (selvas bajas caducifolias) del pacífico y los bosques de pino-encino de la Sierra Madre del Sur.

Tiene la región un registro florístico de 298 especies, de las cuales 3 están catalogadas en protección especial, 5 amenazadas y 3 en peligro de extinción. La riqueza faunística es de 371 especies, de las cuales 28 están catalogadas en protección especial, 21 amenazadas y tres en peligro de extinción.

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