México, DF., (La Jornada).- Los pueblos vencidos reclaman cosas justas como la autonomía de su vida comunitaria y el respeto a sus derechos, entre ellos el de la tierra, dijo el historiador Miguel León-Portilla (1926) ante un auditorio lleno de amigos y simpatizantes, quienes acudieron a celebrar con él los 50 años de su clásico Visión de los vencidos, el libro más vendido de todos los que edita la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Y ahí, en el enorme auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología, expresó un deseo, a la vez demanda y reflexión:
“Ojalá que continuemos todos ya más allá de la Visión de los vencidos y que algún día podamos escribir la Visión de los indígenas que vencen y que se imponen, no para hacerse conquistadores, sino para participar en un plano de plena igualdad con el resto de los mexicanos.”
Antes, el autor del también clásico La filosofía náhuatl había criticado la tendencia generalizada a considerar que para que los pueblos indígenas mejoren tienen que parecerse al resto de los mexicanos no indígenas.
Y planteó que más bien debería ser a la inversa, pues las culturas originarias de México que todavía existen pueden enseñarnos el respeto a la tierra, a la naturaleza o sus formas de organización comunitaria, entre otros conocimientos.
Adelantó que ya están por salir ediciones de Visión de los vencidos en otomí (hñahñú) y en náhuatl, libro que por cierto ha sido traducido a una veintena de idiomas en el extranjero y que en español lleva 29 ediciones y muchas reimpresiones.
Sacudida a los conservadores
León-Portilla coincidió con el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma en que es necesario que la UNESCO declare a las lenguas indígenas de México que aún quedan como Patrimonio de la Humanidad, a fin de contribuir a la preservación de esa riqueza, pues para el historiador cada lengua, en su léxico, "es un inventario de la cultura".
Feliz, León-Portilla había comenzado su intervención haciendo referencia a cómo diversos intelectuales, todavía incluso en el siglo XX, suponían de manera errónea una incapacidad intelectual de los indígenas, como José Vaconcelos, que se preguntaba cómo podrían los "pobres indios" dar su versión de lo sucedido en la conquista.
Aunque recordó que en el siglo XVI fray Juan de Torquemada se refería a los relatos escritos en español por intelectuales indígenas, quienes daban la otra versión de los hechos, como excepcionales y que le causaban "envidia" por su uso del lenguaje y su estilo, además de ser "historia pura y verdadera".
Contó que la idea de escribir Visión de los vencidos surgió del trabajo del joven Miguel con su maestro, el padre Ángel María Garibay, quien había traducido varios de los textos que luego integrarían el libro.
León-Portilla hizo además diversas investigaciones documentales, consultas con especialistas y la redacción de las explicaciones; incluso recordó, un tanto en broma, que algunos le decían "no vayas a hablar mal de los españoles".
Y así surgió en 1959, en la colección Biblioteca del Estudiante Universitario de la UNAM, la primera edición de Visión de los vencidos, "un relato que hacía falta, la otra cara del espejo", comentó esa noche del jueves León-Portilla.
"Era necesario tener la visión de los vencidos", comentó, y reiteró un planteamiento fundamental para los mexicanos del presente, en relación con los agravios de la conquista y la Colonia y la necesidad de reconciliación de nuestra diversidad cultural: "El día que superemos fobias y filias, seremos un mejor país".
Tras mencionar varios contenidos de Visión de los vencidos, como una danza de la conquista del siglo XVII en la que Cuauhtémoc le reclama a Moctezuma su debilidad ante los españoles invasores, o como unos textos de Emiliano Zapata en náhuatl, León-Portilla mencionó también un poema del escritor nahua Natalio Hernández en el que se plantea que el hombre que llegará a salvarnos está dentro de cada uno de nosotros.
"Y eso sucede ahora con los pueblos originarios de México", dijo y mencionó ejemplos como el levantamiento zapatista en Chiapas a partir de 1994, el resurgimiento desde los años 80 de las artes indígenas, como la literatura, y la conformación de un segmento amplio de intelectuales indígenas, con figuras como el zapoteco Víctor de la Cruz, el tzotzil Miguel Hernández o el mazateco Juan Gregorio Regino, entre otros.
Antes de León-Portilla habían participado los investigadores Pilar Máynez Vidal, Fernando Curiel Defossé y Eduardo Matos Moctezuma. Máynez recordó que el surgimiento de Visión de los vencidos y de La filosofía náhuatl (1956) "sacudieron a las mentes conservadoras". Curiel hizo un recuento minucioso de las ediciones y reimpresiones del primer libro, al que consideró "un suceso editorial y cultural".
Matos Moctezuma consideró que ambos libros son "dos pilares insustituibles de las palabras negadas" y concluyó así su intervención: "Querido Miguel, amigo y maestro, gracias por habernos dado los testimonios de la antigua palabra, gracias por defender con constancia la lucha de los indígenas, gracias por el privilegio poco frecuente de dar a conocer la voz de los vencidos."
Al final el director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Alfonso de Maria y Campos, entregó a Miguel León-Portilla una pieza del Caballero Águila en reconocimiento por su trayectoria y defensa de los pueblos indígenas.
El diputado Wenceslao Herrera y el pintor Bernardo Rosendo le entregaron al historiador un cuadro en laca de Olinalá, Guerrero, con un jaguar florido, símbolo de la fuerza, como la de don Miguel.
Y como el legislador habló en náhuatl, León-Portilla también hizo lo propio y remató en español: "¡Qué siempre viva nuestra lengua! ¡No acabará nunca!"
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