Cuernavaca, Mor., (La Jornada).- Por órdenes del ayuntamiento panista de Cuernavaca, decenas de artistas y vendedores callejeros son expulsados del centro histórico de esta ciudad, sin importar si son acomodadores de autos, ancianos bailarines de danzón... o pintores de talla mundial.
Marcial Camilo Ayala, originario de la comunidad guerrerense de San Agustín Oapan, cuyos diseños en papel amate fueron reconocidos con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2007, en la categoría de artes y tradiciones populares, es uno de los afectados.
La administración del alcalde Jesús Giles modificó en noviembre pasado el bando de policía y buen gobierno para que cualquier persona que oferte sus servicios en la vía pública sea sancionada con 36 horas de arresto y multa, por generar "condiciones de inseguridad" a los automovilistas y ciudadanos en general.
En entrevista, Ayala habló de la "campaña de acoso" emprendida hace poco más de un mes y medio, y de cómo los policías se incautan y en algunos casos retienen obras que en el extranjero pueden venderse en miles de dólares.
Cuando identifican a algún vendedor ambulante, los inspectores del gobierno local "nada más se bajan de la camioneta y te quitan las cosas, sin que las puedas contar. Para sacarlas hay que pagar multas de cinco salarios mínimos, a veces sin que te den ningún recibo", afirma el pintor.
"Es lamentable que los gobiernos no entiendan que nosotros somos los originarios de la tierra mexicana y nos discriminen con su actitud racista." Las autoridades de esta capital les han pedido también que vendan sus obras en otras ciudades, pero los artistas consideran esa demanda un intento de intimidar a toda la gente que trabaja en la calle. "No quieren saber nada de nosotros, pero podemos ir adonde queramos. Tenemos que luchar para subsistir."
Tradición de supervivencia
Contra lo que piensan las autoridades locales –que el comercio ambulante y otras prácticas indígenas tradicionales son una muestra de atraso y subdesarrollo–, la antropóloga estadunidense Catharine Good advierte que la prohibición de este tipo de venta implicaría la destrucción de un "exitoso modelo de adaptación económica".
Good, autora del libro Haciendo la lucha: arte y comercio nahuas de Guerrero (Fondo de Cultura Económica) y estudiosa de la región del Alto Balsas desde hace más de 30 años, señala que los pueblos más apegados a sus tradiciones culturales y de comercio son también los más prósperos de la región.
La venta de productos artísticos indígenas (que no "artesanías", aclara) es el núcleo de una economía comunitaria no capitalista que "no le agrada al Estado, pero genera muchos recursos e incluso excedentes".
En esta región, dice, hay una tradición comercial desde tiempos prehispánicos, por lo que tratar de prohibir la venta en las calles significa "negarles el derecho de ejercer un oficio propio, y es un atentado contra sus derechos culturales".
Por muchos años, los turistas nacionales e internacionales han buscado a los vendedores de papel amate en el centro de Cuernavaca, por lo que el gobierno debería aprovechar y regular este atractivo en vez de tratar de eliminarlo, consideró Good.
Un grupo de residentes de Cuernavaca, entre ellos decenas de artistas indígenas, además de la propia Good y el cineasta Francesco Taboada, prepararán una campaña para demostrar a la opinión pública que el gobierno municipal actúa "con ignorancia y racismo".
Al mismo tiempo, reunirán a un grupo de especialistas –al que se invitará a los antropólogos Miguel León-Portilla y Lourdes Arizpe– para hacer ver a las autoridades que la venta ambulante de productos artísticos no se puede equiparar con la venta de productos piratas.
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