Autora Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC
Ciudad de México, DF., (La Jornada).- Según denunció la Unión de Organización de la Sierra Juárez de Oaxaca (Unosjo, 15/1/09), han sido víctimas de un nuevo tipo de apropiación en sus comunidades: la “geopiratería”. Se trata de usar (y abusar) los saberes locales de comunidades indígenas y campesinas, para hacer mapas digitales altamente detallados sobre su geografía, recursos (hidrológicos, de biodiversidad natural y cultivada, arqueológicos, sociales, culturales) para colocar todo esto en páginas electrónicas de acceso abierto, a disposición de quien lo quiera usar. Por ejemplo, corporaciones, instituciones, o el ejército de Estados Unidos, que es quién financió el proyecto en Oaxaca. Que por cierto, antes se realizó en 9 comunidades de la Huasteca Potosina y sigue en la Sierra Tarahumara.
Las implicaciones de este tipo de actividad son tan vastas, que es difícil resumirlas. El mapeo detallado y exacto de los territorios sólo es posible si se extrae el conocimiento local de quienes viven allí. Al procesar estos saberes con nuevas tecnologías, como sistemas de información geográfica digitales, superpuestos a mapas satelitales de acceso libre en Google, se logra un volumen enorme información que no se conocía o no se podía apreciar. Estos mapas son de gran utilidad para fines militares y de contrainsurgencia, pero también para fines industriales (explotación de recursos minerales, vegetales, animales y de biodiversidad, mapeo de accesos carreteros construidos o “necesarios”, fuentes de agua, poblados, mapeo social de la posible resistencia o aceptación a proyectos, etcétera).
El paralelo con la biopiratería es sorprendente: ambas se basan en acceder a los conocimientos –y potencialmente sus recursos– de las comunidades, a partir de los saberes ricos y detallados de su ambiente, para obtener beneficios que en nada favorecen a las comunidades e incluso las pueden perjudicar seriamente. En ambos casos, la entrega voluntaria de datos por parte de las comunidades se consigue gracias a la intermediación de gente local y de universidades o institutos académicos nacionales (con acuerdos internacionales), con aparición puntual de algún gringo, que son quienes realmente dirigen los proyectos. Por detrás, financiaciones oscuras, que constituyen los realmente beneficiados de los proyectos, por ejemplo empresas trasnacionales, o en el caso de la geopiratería, las fuerzas armadas de los Estados Unidos.
Según cuenta la Unosjo, un equipo liderado por el geógrafo estadunidense Peter Herlihy, llegó a la Sierra Juárez en el 2006, para informar y pedir apoyo para un proyecto de mapeo “participativo” titulado “México Indígena”. Herlihy presentó el proyecto como una forma de mapeo digitalizado hecho con y al servicio de las propias comunidades, en el marco de un estudio sobre el impacto del Procede.
Aunque mencionó otros colaboradores del proyecto, como la Sociedad Geográfica Americana (a través de Jerome Dobson, su presidente), la Universidad de Kansas, la Universidad de Carleton, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (Dr. Miguel Aguilar Robledo) y la Semanart, no mencionó la activa participación de la empresa de tecnología militar Radiante Technologies ni que la financiación provenía de la Oficina de Estudios Militares Foráneos (Foreign Military Studies Office (FMSO por sus siglas en inglés).
No fue olvido. La FMSO se describe como “un centro de investigación y análisis de Actividades de Apoyo de Inteligencia, bajo el Comando de Entrenamiento y Doctrina del Ejército de Estados Unidos (…) que administra y opera el Centro de Inteligencia Conjunto de Reserva de Fort Leavenworth.”
Fort Leavenworth fue el centro militar de comando desde durante la expansión de Estados Unidos sobre territorios indígenas desde 1800 (el genocidio televisivamente llamado “conquista del Oeste”). También el centro de vigilancia y control de poblaciones nativas desde la guerra civil en ese país. Actualmente se enfoca en “ amenazas emergentes y asimétricas a la seguridad nacional de Estados Unidos”, obviamente a partir de su visión del peligro que representan los pueblos indígenas. De ahí su apoyo a este proyecto de geopiratería enfocado en áreas indígenas.
El director de Ft. Leavenworth es David Petraeus, que comandó la División 101 de asalto áreo durante la Operación “Iraqi Freedom” contra el pueblo de Iraq, siendo luego el primer comandante del Comando Multinacional de Seguridad y Transición en Iraq.
Los informes de los “desinteresados” geógrafos del proyecto “México Indígena”, se presentan mensualmente a la FMSO de Fort Leavenworth. Entre muchos otros datos que aparecen en esos informes, que de una simple ojeada erizan los pelos de la nuca, se relata una conversación de los líderes de México Indígena con Petraeus, donde éste afirma que basado en su experiencia en Iraq, “el conocimiento de las culturas es un multiplicador de fuerzas [militares] …el conocimiento del ´terreno´ cultural puede ser tan importante, y a veces más, que el conocimiento del terreno geográfico”. Los líderes de México Indígena agregan orgullosamente que “la cultura y pobladores locales son entonces el ´terreno decisivo´” y que su proyecto logrará completar la descripción digitalizada del ´terreno cultural´ del México indígena. Salvo que ahora están advertidas.
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