Ciudad de México, DF., (Excélsior).- En México existen más de dos millones de hablantes de lengua náhuatl. Siempre ha sido el idioma indígena con mayor número de parlantes y el que ha mantenido más vigencia en el territorio nacional. Por primera vez, con motivo de las fiestas patrias de 2010, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ha sido traducida a este idioma, el mismo que han hablado “los fundadores de la nación”.
Llevada a la lengua náhuatl por el poeta Natalio Hernández y Zósimo Hernández Ramírez, la Carta Magna comenzó a ser traducida en 2008 y ha quedado lista para ser distribuida en más de diez comunidades indígenas del país.
La iniciativa fue encargada por la Comisión Especial Encargada de los Festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana del Senado de la República y a recomendación del profesor emérito de la UNAM, Miguel León-Portilla, se encargó el trabajo a Hernández, uno de los fundadores de la Casa de Escritores en Lenguas Indígenas y de la Asociación de Profesionales Indígenas.
Hernández señala que la traducción de la Constitución al náhuatl es un “hecho trascendental”, pues se trata del documento en el que se sustenta la nación mexicana que ahora ha sido llevado a “la lengua mexicana original”.
Desde el rey poeta Netzahualcóyotl a Moctezuma o del llamado Padre de la Patria, Miguel Hidalgo y Costilla, todos hablaron náhuatl. Hidalgo, explica, habló además otomí, purépecha. Otro de los personajes históricos mexicanos como Francisco Javier Clavijero, autor de la Historia antigua de México, “hablo náhuatl, mixteco y otomí. Todos los personajes que aportaron elementos para la construcción de la nación mexicana hablaron las lenguas originales de México, las proclamas de Tierra y Libertad de (Emiliano) Zapata están escritas en náhuatl, Sor Juan Inés de la Cruz habló náhuatl”.
La Constitución, señala, “es el fundamento de la nación que hoy tenemos, es un documento que sustenta la sociedad que somos y todos los mexicanos deberíamos conocerlo en la lengua que sustenta nuestra nación. Por razones históricas hablamos castellano, pero todos deberíamos hablar la lengua náhuatl porque es nuestra lengua de origen”. Una primera traducción de la Constitución de 1857 fue realizada en 1880 por Miguel T. Palma, sin embargo, casi 100 años después, la de 1917 no había sido llevada al náhuatl.
La traducción del texto de 1917 al náhuatl implicó diversos retos para los traductores. En primer lugar se enfrentaron al problema de elegir el alfabeto al que trasladarían la Constitución. De sólo elegir la tradición clásica del náhuatl, que proviene del siglo XVI, “cuando se da el trasvase por parte de los frailes entre la escritura ideográfica de nuestros ancestros hacia el alfabeto latino”; o el alfabeto moderno náhuatl, “que se empieza a conformar y usar en la década de los setenta”.
Los expertos eligieron un alfabeto que retoma ambos y que resulta más accesible para los hablantes del idioma tanto de la huasteca, como de Puebla, Tlaxcala o Guerrero.
También tuvieron que trabajar en la creación de conceptos, de neologismos que no existen en el náhuatl, pero que un texto jurídico como la Constitución contempla. Conceptos como diputado, Congreso de la Unión o Ejecutivo federal, fueron trabajados por Natalio Hernández para completar el texto.
Una versión previa fue sometida al escrutinio de al menos doce integrantes de comunidades parlantes del idioma. Una vez lista, el poeta señala que no se trata de una versión acabada, por el contario, considera que es un trabajo en proceso.
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