Ciudad de México, DF., (La Jornada).- En el año que se celebra el bicentenario de la Independencia y la centuria de la Revolución Mexicana, ¿qué piensan las mujeres indígenas de estos festejos?, ¿qué sueñan?, ¿cuáles son sus demandas tras estos siglos de historia?
Las respuestas están en el libro Palabra y pensamiento. Mujeres indígenas en el bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución Mexicana, publicado por el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem) y editado por Mariliana Montaner.
La obra recoge las voces de 17 mujeres de diferentes edades, saberes y lugares del país que, como dice en el prólogo Teresa Rodríguez Allendes, directora regional de Unifem para México, "no son representativas de todos los pueblos originarios, pero sí una muestra real de la gran potencia que existe en ellas y en miles de mujeres más".
Si bien sus vidas son muy diferentes, algo las unifica: estos festejos son una oportunidad para reflexionar.
"Más que celebrar tenemos que reflexionar, pensar qué tanto hemos avanzado como país, y nosotras las mujeres qué tanto hemos reflexionado sobre el respeto de nuestros derechos", dice Flora Gutiérrez, abogada de la comunidad Recibimiento Cuauhtémoc, Oaxaca.
"¿Para qué festejar esta independencia? No creo que seamos independientes. Dependemos del gobierno, de todas sus decisiones y al mismo tiempo de sus imposiciones", asegura Cecilia Ávila, nahua de Yohualichan, Puebla, e integrante de la organización Maseualsiuat Xochiltajkitni.
"En el bicentenario y el centenario, los pueblos indígenas deben ser caja de resonancia sobre sus demandas, sobre la deuda histórica que tiene el Estado, sobre el conocimiento de los derechos de las mujeres y de los indígenas. Tienen que hacer algo urgente porque a 200 y 100 años los problemas de la comunidad no se han resuelto", sostiene Érika Poblano, historiadora de Manilatepec, Guerrero.
Opinan que existen costumbres del modelo tradicional comunitario que urge transformar, como es la escasa participación de las mujeres en la política, pero otras costumbres, de carácter cultural o filosófico, que hay que preservar ante la amenaza de las nuevas tecnologías, como la vestimenta, la medicina tradicional o el conocimiento ancestral.
"En las comunidades se acostumbra que las mujeres no participen; sólo los hombres van a las asambleas. Entonces, si es costumbre, nosotras queremos cambiarla", expresa Sofía Robles, de Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca.
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