Especial
Jamás el espíritu ha desplegado, con tan vigorosa energía, su poderosa actividad en todos sentidos: todo se creaba, todo se reformaba, el mundo se conmovía en espantosa revolución, atravesando por un periodo verdaderamente apocalíptico en el que parecían haberse dado cita sobre la tierra todas las heroicas virtudes y todos los horribles vicios, para producir las acciones más sublimes y los crímenes más repugnantes, las obras de arte más suntuosas y las más lastimeras destrucciones, las teorías más avanzadas de libertad y de progreso, los descubrimientos más maravillosos en las ciencias y en las artes, y las más ignominiosas doctrinas de despotismo y abyección y el más culpable empeño para extender la ignorancia y el oscurantismo.
"Era el siglo de combate de todos contra todos. Luchas religiosas, políticas, sociales, literarias, científicas, descubrimientos y conquistas de países ignorados y desconocidos, reformas en las costumbres, en las legislaciones, en la religión, en la filosofía, todo lo traía y todo lo intentaba ese siglo que preparó con una evolución convulsiva y sangrienta, la geografía del mundo y el estado de los espíritus para recibir la semilla de la moderna civilización.”
La conversión al cristianismo de tantos millones de hombres en el Nuevo Mundo y en tan corto período, coincidiendo con la separación de la iglesia católica de poderosas naciones en el antiguo continente, fue un fenómeno tan singular y extraño que quizá no volverá a repetirse: pero que bastará por sí solo a hacer, de ese siglo, con el XVI, los más notables de los períodos en la historia del espíritu humano.
El 12 de octubre de 1492 fue el encuentro de la cultura europea y las no menos resplandecientes y mesoamericanas de los naturales de las Indias.
Cuando un poco pasado un siglo, desde el remoto 5 de octubre de 1533, ocurrió el primer e histórico encuentro y conflicto entre tropas españolas que, desde Culiacán, enviaba Nuño Beltrán de Guzmán y los indios Yaquis con su cacique Anabailutec, se inició una inconsciente huella y tradición aridoamericana y sonorense que ya se acerca a 5 siglos.
El cronista escribió:
" ...siguiendo río abajo, por un camino ancho, a poco andar vieron en un gran llano una multitud de indios que salieron a su encuentro, arrojando al aire puños de tierra, templando sus arcos y haciendo visajes. Uno de ellos, que se distinguía por sus arreos estrambóticos, relumbrante por las conchas de perla de que estaba lleno su vestido, se adelantó a corta distancia, hizo con el arco una raya muy larga en el suelo, se hincó de rodillas sobre ella, besó la tierra y enseguida, puesto en pie, comenzó a hablar diciéndoles que se volviesen y no pasasen la raya, porque si la pasasen, serían muertos todos". La pasaron los conquistadores y se inició el dominio y mestizaje de nuestro noroeste.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario