México, DF., (La Jornada).- El gravísimo problema de salud que representa el VIH-sida está directamente relacionado con la pobreza, la marginación y el deficiente acceso a los servicios de salud de la población, asegura la Conferencia del Episcopado Mexicano, y afirma que a consecuencia de ello en las poblaciones rurales e indígenas la pandemia “crece de manera silenciosa”.
En un documento resultado del tercer Foro Nacional del VIH/sida realizado este fin de semana, la Iglesia católica denuncia que este padecimiento “cada vez tiene más un rostro femenino”, además de que en el país, pese al discurso oficial, persisten graves deficiencias en el abastecimiento permanente de los antirretrovirales en las instituciones de salud pública.
Señala que, si bien las condiciones de pobreza no son la causa inmediata de la propagación del VIH, sí colocan a quienes la viven en condiciones de alta vulnerabilidad. Así, estos sectores, principalmente en el campo, no cuentan, por lo general, con información suficiente, ni con servicios básicos de salud, lo que impide diagnósticos tempranos y acceso a los programas de tratamiento para las personas con VIH. “Muchos hombres y mujeres siguen sin acceso a terapias oportunas y de vanguardia debido a que son pobres. Así pues, su muerte no sólo es consecuencia de la infección por el VIH, sino de la pobreza y de la injusticia social”, dice la Iglesia católica.
Por ello, señala que los principales retos que tienen el gobierno y la sociedad mexicana en su conjunto son el acceso universal a la atención y a los medicamentos, además de una muy amplia difusión de programas de información que los sectores más vulnerables necesitarían para tener acceso, con mayor libertad y sin prejuicios, al tratamiento.
Azota al mundo una crisis de las más agudas
Durante los tres días que duró el encuentro, realizado en San Luis Potosí, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que trabajan en la atención de personas con VIH, intercambiaron experiencias y reflexionaron sobre la realidad del VIH que hoy azota al mundo, como una de las más agudas crisis de salud, seguridad y desarrollo humano. La epidemia del VIH mata a millones de personas en todo el planeta, niños y personas adultas en plenitud de su vida. Pero, además, desestabiliza y empobrece a las familias, debilita las fuerzas laborales, convierte en huérfanos a millones de niños y niñas y amenaza la estructura social y económica de las comunidades, y la estabilidad política de las naciones.
A lo largo del documento, la Iglesia pone especial énfasis en los problemas de discriminación y estigmatización que obligan a vivir en la clandestinidad y el silencio a las y los afectados por este problema. “Así, hacemos del VIH la lepra del nuevo milenio.”
En el documento, la Iglesia condena enérgicamente esta discriminación, que es el inicio de muchas otras violaciones a los derechos humanos de las personas con VIH, presentes cada vez en el terreno laboral, por sólo citar uno. Señala también que en México hace falta garantizar el derecho a la salud, pues no hay una atención médica de calidad y en algunos hospitales se niega la atención a personas con VIH.
Además, la pandemia del VIH “ha puesto al descubierto entre nosotros muchas realidades con hondas raíces culturales que lesionan la dignidad humana y que tienen que ver con modelos de comportamiento como la violencia contra las mujeres y los niños, la cultura machista y la discriminación por razones de diversa orientación sexual”.
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