Por Bernardo Caamal Itzá, corresponsal
Peto, Yuc.- A pesar de nuestras grandes diferencias en este mundo, aun hay cosas en común que une y nos hace más humanos: la muerte. Naturalmente su cercanía, infunde temor ¿Pero porque? Si desde que nacemos, algún día tendremos que rendirle cuentas.
¡Ojalá que no llegue! Dice nuestro mundo materialista; sin embargo por cada año que pasa, los que son niños crecen, los adultos llegan a viejos, y los de esta edad, pues en general sienten “todo el peso” de lo vivido.
Los tiempos cambian, pero hay cosas que la vida nos tiene marcado, en la realidad nuestro cuerpo cada minuto que pasa va envejeciendo, aunque nuestras experiencias aumenta, pero llegará el día de rendirle tributo a la naturaleza, aunque no queramos.
Entonces ¿Será que vale la pena vivir una vida desenfrenada, acumular grandes propiedades, tener la vanidad y tener el lujo de despreciar a varios de nuestros adversarios que nos coinciden con nuestra forma de pensar?
La experiencia indica que la muerte llega en el momento menos imaginado, nada de lo material lo llevaremos “al más allá”.
-¡Hijo, no hagas lo que no deseas que te hagan! Me decía mamá(+)
Los que piensan en acumular a costa de lo demás, un día todo lo perderán tal como les llegó. La diferencia es que pagaran por ello, me compartía.
Cada vez que se acercan los días dedicados a la muerte, ella se esmeraba en alistar todas cosas para rendirle culto.
Ella me decía, son las fechas en que los parientes que se han adelantando “al más allá”, regresan a convivir con nosotros; por eso se esmeraba en hacer limpieza a la casa, ponía flores en la mesa y por medio de oraciones, les entregaba los alimentos y las frutas tal como le enseñó la abuela.
Ahora que estamos próximos a celebrarla, en muchos lugares hay tanto alboroto, en hacer fiestas como el Halloween, vemos en los expendios comerciales, calabazas con ojos, mascaras, calaveras o de los monstruos creados por la televisión para hacer alusión a este día.
En Yucatán mucho se ha escrito sobre la muerte o lo relacionado a la celebración de estos días, pero todos coincidimos que nuestros ancestros mayas, representa otra forma de comunicación y de relacionarse con la vida. Creo que por eso, aún en los pueblos aún persisten elementos que nos indican, hay que vivir la vida, pero con el respeto que merecen los demás y no hay que ser vanidosos de lo poco que tenemos.
Yuum kimil o el dios de la muerte está relacionado con el ocaso del sol, soñar con ella, representa la muerte de uno de los seres más cercanos; eso sí, no importa si tenemos casas por todos lados, o que los ladrones nos maten por lo poco que tenemos, todos tenemos que rendirle cuentas.
De los que mueren, nadie ha regresado a compartir sus experiencias, aunque en la televisión veamos anécdotas relacionados a algunos casos excepcionales; lo cierto es que llegado el momento, en el lugar donde vivimos, empezamos a observar señales que indican con la cercanía de la partida.
La t’ó’oka’ax nuuk o la lechucita se acerca a la casa con su singular canto; las hormigas cierra el paso principal de donde vive el futuro difunto; sus parientes sueñan con elementos relacionadas a la visita especial de la muerte. El destino ya está marcado, estamos próximos a cumplir con la cita.
Aunque no queramos, llegará ese día y no sabremos con exactitud qué día será, porque así como hay abortos, se mueren bebes, adolescentes, adultos y los de la tercera edad; por eso no temor en recibirla, me compartía la abuela. En cualquier momento nos llamarán y hay que estar preparados.
Nosotros ¿Estamos preparados para este día especial? ¿Hemos convivido con los hijos aconsejándoles de lo que significa vivir en comunidad? ¿Qué tanto hemos hecho en vida para dejar constancia a los demás de lo que significa ser humanos? O será que los hijos terminaran peleando y mal vendiendo esas pocas propiedades que les heredamos sin testamento...
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