En medio de las informaciones que pronostican el fracaso de la 16 Conferencia de las Partes de la ONU sobre Cambio Climático (COP16), representantes de purépechas, zapotecos y totonacas, entre otras etnias del país, reclamaron ayer desde su Mesa Nacional Indígena sobre Cambio Climático su derecho a participar como observadores del 29 de noviembre al 10 de diciembre en la cita de Cancún.
En el documento “Declaración de los Pueblos Indígenas de México sobre Cambio Climático”, las agrupaciones llaman al gobierno del presidente Felipe Calderón a apoyar la reducción de gases de efecto invernadero (GEI) y la dependencia de combustibles fósiles, un mayor respeto a las formas de vida y los modelos de desarrollo indígenas y el reconocimiento de los derechos que tienen sobre sus territorios, en especial el de libre determinación y consulta.
Al respecto, recordaron que en octubre varias asociaciones indígenas denunciaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que México vulnera el derecho a consulta de algunas comunidades con “extorsiones y falsificación de firmas” para construir “megaproyectos” en sus territorios.
La Declaración propone crear un grupo de expertos indígenas para “distribuir de forma justa entre sus comunidades los beneficios derivados de los proyectos de adaptación al cambio climático”; y pide al gobierno que se armonice jurídicamente la Constitución con estándares internacionales como la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, en especial sobre su capacidad para manejar tierras y recursos.
La beligerancia de la Mesa Nacional es esperanzadora, pese a que el mismo presidente Calderón advirtió en Seúl que había que tener “expectativas realistas” frente a la COP16, es decir que, al igual que hace un año atrás en Copenhague, tampoco se firmará ahora un protocolo que reemplace al único pacto mundial existente hasta ahora sobre el control de los GEI, el Protocolo de Kioto, firmado hace 13 años y que expira en 2012.
De cara a Cancún, la Agencia Internacional de Energía (AIE) de la ONU —a la que difícilmente los escépticos del cambio climático en México y otras partes pueden acusar de “lobby pro Greenpeace” o algo por el estilo—, ha advertido que el fiasco de Copenhague costará al mundo 1,000 millones de dólares en inversiones adicionales de aquí a 2030, sólo para intentar paliar los efectos derivados de la negligencia (el adjetivo es nuestro) de lo que no se aprobó.
La pregunta cae por su propio peso: ¿sabrá ya la AIE cuánto va a costar al planeta el fracaso de Cancún?
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