Ciudad de México, DF:, (El Economista).- Existen constantes rumores de acciones de “propaganda militar”, que tendrían lugar el primer día del 2010.
La información proviene de Teopisca, un municipio poblado por indígenas tzotiles, colindante con San Cristóbal de las Casas, a menos de 20 kilómetros de San Andrés Larráinzar: “Hay que estar preparados: el 31 habrá jale”.
La advertencia poco tiene que ver con el festejo que tendrá lugar en los Cinco Caracoles –las sedes de las llamadas Juntas de Buen Gobierno, que funcionan de manera paralela al gobierno civil legalmente constituido– por el decimosexto aniversario de la irrupción del EZLN. Alude, más bien, al inicio de una nueva oleada de acciones de la resistencia que de acuerdo con esas fuentes, podría derivar en choques entre fuerzas zapatistas y efectivos de seguridad pública del gobierno chiapaneco.
En el Aguascalientes II, en Oventic, se espera la reaparición del subcomandante Marcos, como ocurre año con año desde el 2000, cuando la comandancia general del movimiento rebelde recorrió medio país para exigir un “diálogo verdadero” con el gobierno de Vicente Fox.
En otras latitudes de la entidad chiapaneca, sin embargo, en las últimas horas se ha emitido una alerta roja, ante los constantes rumores de acciones de “propaganda militar”, que tendrían lugar la madrugada del primer día del 2010. No obstante que el líder rebelde lleva meses en el ostracismo, las bases zapatistas mantienen actividades intermitentes, como parte de su lucha por la dignificación indígena. Y es que, por lo demás, ya detentan el control de las tierras y la autonomía en su forma de gobierno.
Resulta difícil imaginar el torrente de cambios que el país ha sufrido en los últimos tres lustros, sin la participación de Marcos y el EZLN. En la era del Twitter, el Facebook y las redes sociales, el fenómeno zapatista quizá la toma de San Cristóbal hubiera resultado apenas una llamarada. Aquel Año Nuevo, por primera vez, tropas militares dejaron los cuarteles para marchar contra el enemigo que se oponía al Estado mexicano.
Ese 1994 inició con la revuelta zapatista y la firma del Tratado de Libre Comercio. Después vinieron las ejecuciones de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu. Y el cierre maldito, con la devaluación que produjo el “error de diciembre” achacado a Jaime Serra Puche sin que Pedro Aspe hubiera asumido parte de sus culpas.
Así es la historia y los hombres que la escriben. A 16 años del levantamiento zapatista, el nuevo comisionado gubernamental para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, Xavier Abreu, comenzará su trabajo hasta que termine sus vacaciones; a Comisión de Concordia y Pacificación existe sólo como un membrete y el espíritu rebelde e inconforme alguna vez encarnado por los zapatistas, ahora se ve reflejado en otros grupos subversivos disidentes del EPR, como el ERPI y las FARP.
Después de tres lustros de extraordinarias inversiones, tanto del gobierno federal como de las autoridades chiapanecas, aún persisten la marginación y la pobreza entre las comunidades indígenas. No obstante, las exigencias zapatistas de derrocar al gobierno civil e instaurar un nuevo orden suenan más a plegarias no atendidas.
El zapatismo se envolvió en una bandera étnica y tuvo una enorme aceptación internacional justo cuando nacía el movimiento contra la globalización. Para quien quiera saber las verdaderas razones del alzamiento armado de 1994, se recomienda la lectura del trabajo del politólogo mexicano Guillermo Trejo, profesor asistente en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Duke, publicado hace tres meses en la American Political Science Review.
Un resumen de este texto, tan subversivo como inapelable: la cúpula católica encabezada entonces por el obispo Samuel Ruiz se convirtió en la fuente principal de una movilización secular disidente en las comunidades indígenas de Los Altos, en Chiapas, como reacción al despliegue de las iglesias evangélicas por aquella región.
Como correlato, queda demostrado en la investigación de Trejo que bajo condiciones monopólicas, el clero católico –tanto en México como en el resto de América Latina– ignora las necesidades religiosas y sociales de los feligreses indígenas, pero cuando es confrontada por la expansión del protestantismo estadounidense, se convierte en la mayor promotora institucional de las causas indígenas y rurales.
La causa de los indígenas, en resumen, como una estrategia de retención de miembros y no como una respuesta a la nueva doctrina emanada del Concilio Vaticano II.
Efectos secundarios
¿LAICOS? A tono con la magia navideña desplegada por el GDF a lo largo del Paseo de la Reforma los encargados del edificio central del IMSS, donde despacha Daniel Karam Toumeh, ordenaron colocar tres retablos enormes, con imágenes de la Virgen María, San José y el Niño Dios. Ese “nacimiento monumental” es herencia del anterior director del organismo y actual secretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar Horcasitas.
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