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30 oct 2009

Día de Muertos, resultado del mestizaje de dos culturas: UNAM

Ciudad de México, DF., (Notimex).- Colocar el altar de Día de Muertos es un acto con el que se evocan siglos de historia y es la evidencia del mestizaje o la hibridación que nació en la Conquista española, señaló Carlos Serrano, director del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.

Destacó que prueba de ello son las piezas que la adornan como las calaveras de azúcar, la calabaza y camote con miel, el mole, los tamales, el pulque o tequila, el pan de muertos, el copal, las flores de cempasúchil, las veladoras y el papel picado.

En entrevista con Notimex, precisó que esta conmemoración data desde hace tres mil años, cuando las culturas azteca, maya, purépecha, náhuatl y totonaca, originarias del centro del territorio mexicano celebraban a los muertos durante todo el noveno mes del calendario azteca.

Sin embargo fueron los españoles, quienes espantados por esa "macabra" festividad, la cambiaron para noviembre. De acuerdo con las tradiciones, se cree que las almas de los niños muertos vienen de visita el 1 de noviembre, el Día de Todos los Santos, y las almas de los adultos el día 2.

El investigador apuntó que "la celebración de los muertos forma parte de las tradiciones mexicanas que tienen un origen muy lejano, la cual, por una parte tiene una idea de la muerte que proviene de la visión española, y por otra la prehispánica".

Explicó que primero "existía cierta correspondencia de los días de celebración de la muerte de los pueblos indígenas que coincidía con el levantamiento de las cosechas y la que tenían los conquistadores", además de compartir la visión católica de que existe una vida más allá de la muerte.

"Los antiguos habitantes enterraban a sus muertos en posición fetal con la idea de que regresaban al seno de la madre, tenían una visión de la muerte como un fenómeno natural que no era definitivo y daba lugar a una siguiente etapa, donde los muertos seguían presentes y regresaban a visitar a los vivos, esta es una visión que sigue vigente", agregó.

La tradicional ofrenda, dijo, también es producto de la mezcla de ambas culturas, "forma parte de la tradición del culto a los muertos en la región española, pero se matiza con la visión prehispánica".

Anotó que "los aztecas enterraban a sus muertos en el mismo espacio doméstico donde habitaba su familia pues no había el concepto de panteones, así que seguían formando parte del mismo espacio", ahí era donde depositaban semillas, vasijas, piezas de cerámica e incluso alimentos.

Fray Diego de Durán relata que los indígenas colocaban una ofrenda el 1 de noviembre y otra el día 2, y explica que esto sucedía por ser "una costumbre muy antigua entre los naturales".

Con la llegada de los españoles comenzaron las ofrendas tal y como las conocemos hoy en día, se tienen registros que en 1563 el religioso Sebastián de Aparicio, colocó la primera en la Hacienda de Careaga y fue reproducida posteriormente en otras regiones del país.

También fueron introducidos nuevos objetos como el tradicional pan de muerto, que tiene sus orígenes en el siglo XVIII, con la intención de incrementar el consumo de la harina de trigo.

Las tradicionales calaveritas de chocolate y de azúcar que se venden en los mercados de México también tienen su razón de ser en las culturas prehispánicas de quienes conservaban los cráneos como trofeos y para mostrarlos en los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró en 2003 a la festividad indígena del Día de Muertos como Obra Maestra del Patrimonio Cultural de la Humanidad debido a su riqueza cultural.

La proclamación de la Unesco, además de premiar y reconocer la importancia de esta fecha, pretende salvaguardarla como una tradición que debe revitalizarse y permanecer dentro del inventario mundial de ese patrimonio.

También se debe a que la celebración del Día de Muertos ha trascendido más allá de las fiestas populares, abarca áreas del arte como la pintura y la literatura, pues hay creaciones artísticas que músicos, pintores y poetas mexicanos han generado en los últimos siglos.

Ejemplo de ello es "La Catrina", de José Guadalupe Posada, inmortalizada y dada a conocer mundialmente por el muralista Diego Rivera, quien la coloca como personaje central de su fresco "Sueño de una tarde dominical en la Alameda" o por Octavio Paz en su libro, El laberinto de la Soledad, en el que dedica un capítulo a este día.

Para el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la vigencia del Día de Muertos tiene varios matices, "hay muchas vertientes contrastantes, tenemos grupos de poblaciones que tienen vigencia del pensamiento antiguo".

Muestra de ello son la poblaciones de Mixquic, en la ciudad de México; Janitzio en la isla del Lago de Pátzcuaro, en Michoacán; en la zona de la Huasteca en los estados de San Luis Potosí, Veracruz y Tamaulipas; así como en Guerrero, Hidalgo y Oaxaca; donde año con año se realizan grandes ceremonias comunitarias.

"En muchos hogares se sigue poniendo altares, aunque no se tenga la creencia muy profunda de que los muertos vienen a visitar a la familia, sin embargo es parte de una tradición que se toma de muy buena gana por la mayoría de los mexicanos", agregó.

Sin embargo, la Unesco alertó que el Día de Muertos se ve amenazado por otras celebraciones modernas como el "Halloween", fiesta tradicional anglosajona presente en México.

En este sentido, Serrano opinó que "es un fenómeno de tiempos modernos y corresponde al encuentro de culturas diferentes, pero hay que reconocer una tradición que ha sido nuestra y otra que nos está llegando de otras regiones y que la gente las comienza a vivir".

Admitió que las dos festividades pueden coexistir, "no hay que enigmatizar lo que viene de fuera, sino hay que verlo como otra expresión diferente; pero siempre con la idea de reconocer lo que ha sido nuestro y preservarlo".

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